POR: CHIEKO / Ed.213 MAYO-JUNIO 2021
Una idea enciende un debate, tecnología bien entendida no son los teléfonos multifunción que pretenden ser la panacea absoluta (no en vano se los vende como “smart”), sino las herramientas que nos permiten hacer una cosa de un modo más accesible, mejor y placentero.
La inspiradora fue la tecno teórica Zeynep Tüfekci, columnista de la revista Wired[1]. Ella comenta en su artículo que buscaba un teléfono que tuviera una mayor duración de la batería, y menos interrupciones: alertas de noticias, notificaciones de redes sociales, correos electrónicos. La periodista manejaba un teléfono plegable que podía durar una semana con una sola carga y que no actuaba como una supercomputadora que se enseñaba con todo tipo de trucos para distraer a su dueño y hacer que estuviera pendiente del dispositivo. Tüfekci invita a alejarse de los este tipo de tecnologías, cada vez más poderosas, e invita a acercarse a diseños “más enfocados”[2]. Y justifica: los “teléfonos inteligentes”, con infinitas aplicaciones, o una computadora portátil, con otra pestaña siempre lista para abrirse, dificultan a las personas alinear sus propios incentivos con lo que su dispositivo es capaz de hacer.
No es algo nuevo, en 1971 el científico social Herbert Simon anticipó la economía de la atención cuando escribió que en un mundo rico en información, el recurso más escaso es el que consume la información misma: la atención. “Una gran cantidad de información crea una pobreza de atención y la necesidad de asignar esa atención de manera eficiente”.
Así es como los diseñadores de nuestros dispositivos, plataformas sociales, sistemas operativos y sitios web han decidido dedicar nuestra atención: le han otorgado una recompensa, monetizando nuestros datos y nuestra mirada.
Lo importante estimado lector es darnos cuenta de que, las notificaciones e interrupciones que emanan de estos dispositivo no están ajustadas a nuestras prioridades. Son invasivas, una especie de darwinismo social en una pantalla. Es como si dejáramos que una gran cantidad de duendes manejen nuestra atención y nuestros deseos.
Incluso la arraigada y aparentemente inofensiva costumbre de buscar algo en la web mientras uno lee, pueden actuar en contra de la conservación de la atención. Terminar un libro o un artículo extenso requiere concentrarse durante largos períodos de tiempo.
Según los especialistas, nos lleva unos 25 minutos, retomar la tarea, una vez que la hemos (o nos han) interrumpido.
Zeynep prefiere el lector electrónico, una categoría de producto que se ha convertido casi en sinónimo del Kindle de Amazon. “Como dispositivo de lectura, este lector es excelente. No solo porque la tinta electrónica es más suave para los ojos; es porque no hay mucho más para hacer que leer. No hay notificaciones. Se lee mejor en el Kindle que en cualquier otra cosa, aparte de la tecnología original sin notificación, el libro físico” afirma.
Los libros son insuperables, pero podemos acercarnos a muchos de ellos desde un lector electrónico. He allí una gran pareja: tecnología no disruptiva y contenidos.
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[1] Fuente: https://www.wired.com/story/all-i-ever-wanted-one-trick-pony/
[2] Este gran avance tecnológico del nuevo milenio no es exclusividad de los smartphones. Está generalizado en muchos aparatos, herramientas o máquinas. Para muestra un botón las cámaras fotográficas Nikon, Canon versus la Sony de tecnología de punta.