Los suicidios han vuelto a repuntar en Japón a causa de la pandemia, y las autoridades están empeñadas en volver a reducirlos
El Ministerio de la Soledad. No se trata del título de un libro ni del nombre de una película, sino de un organismo creado por el gobierno del primer ministro Yoshihide Suga, con la finalidad de combatir el suicidio en este archipiélago. Un fenómeno que si bien es un antiguo problema social en Japón, venía disminuyendo desde hace 11 años consecutivos para sufrir durante el año pasado, un repunte considerable.
Según datos del Ministerio de Salud, Trabajo y Bienestar, a lo largo del 2020 se registraron 20,919 suicidios en todo el país, un aumento de 750 casos (3,5% del total) respecto del año anterior. El punto de quiebre en el aumento de las estadísticas se registró a partir de julio del 2020, mes desde el cual las cifras se dispararon, un dato significativo que desarrollaremos más adelante, ya que coincide con el recrudecimiento de la pandemia del nuevo coronavirus.
Recordemos que en enero del 2020 se detectó el primer infectado en Japón y tres meses después, en abril, el primer ministro de aquel entonces Shinzo Abe declaró el primer estado de emergencia del país a causa del COVID-19, que a la vez, fue el primer estado de emergencia declarado por Japón desde la Segunda Guerra Mundial.
Conocedores de lo que significa el flagelo del suicidio, las autoridades locales tomaron cartas en el asunto de manera inmediata. El Ministerio de Salud, Trabajo y Bienestar estudió la situación y llegó a la conclusión de que muchos de los suicidios registrados en el 2020, se hubieran podido evitar con medidas de tipo social relacionadas a sectores como la asistencia sanitaria, la educación, el trabajo y otros campos afines.
El resultado del estudio generó entre otras varias medidas, la inmediata creación de sitios web, cuentas en redes sociales y la implementación de líneas telefónicas para que los potenciales suicidas pueden buscar ayuda, así como la creación del Ministerio de la Soledad, el cual coordinará acciones generales de orden práctico para que el suicidio vuelva a disminuir en el país.
Como responsable de la nueva cartera fue nombrado Tetsushi Sakamoto, que compaginará su trabajo como Ministro de la Soledad con sus labores como Ministro de Revitalización de las Regiones, un ente que básicamente, busca aumentar las tasas de natalidad en todo el país, así como crear empleo y reactivar la economía y el entramado social en las regiones rurales del archipiélago.
Lejos de ser el pionero en la creación del Ministerio de la Soledad, Japón ha seguido el ejemplo, hasta hoy exitoso, que Reino Unido inició en el 2018, cuando creó un organismo gubernamental para tratar de reducir la soledad y por ende, los suicidios que aquejan a su sociedad.
Un ejemplo que próximamente están planeando imitar otras naciones desarrolladas con Alemania, Australia y Canadá.
Mujeres y niños
Entre los resultados estadísticos de suicidio registrados en Japón durante el año pasado, destaca un dato bastante significativo: el mayor aumento se produjo entre los escolares alcanzando un total de 479 suicidios, y entre las mujeres, totalizando 6,976 casos.
Tradicionalmente, en Japón quienes más se suicidan son los hombres, incluso durante épocas de crisis como la que se produjo en la década de los años 90, a causa del colapso de la burbuja inmobiliaria en Japón, o durante la crisis económica mundial del 2008 causada por el colapso de los bancos. Sin embargo, porcentualmente hablando la crisis sanitaria generada por el nuevo coronavirus ha cobrado una mayor cantidad de vidas femeninas, especialmente de mujeres jóvenes.
Los especialistas atribuyen este hecho a que se trata de uno de los sectores más vulnerables de la sociedad, ya que la mayoría de mujeres que trabaja lo hace en los sectores más afectados por la pandemia como por ejemplo el turismo, comercio y servicios de todo tipo. Un dato importante en este análisis, lo constituye el hecho de que muchas mujeres jóvenes no se han casado y viven solas, motivo por el cual deben cubrir todos sus gastos sin recibir ningún tipo de ayuda. Por otro lado, durante la pandemia se ha registrado un aumento significativo de los casos de violencia doméstica entre las mujeres casadas, un maltrato que no pocas veces ha terminado en suicidio.
Otro dato que revelan las estadísticas y que ofrece una perspectiva bastante real sobre la dimensión del problema en Japón, es que durante el 2020 el suicidio ha cobrado seis veces más vidas (20,919) que la propia pandemia (3,292). Incluso, en octubre del año pasado se suicidaron en todo el país 2,199 personas, una cifra mayor a las 1,769 muertes que hasta ese momento había causado el nuevo coronavirus en todo el archipiélago.
Una pandemia que agudiza el problema
Japón viene luchando contra el suicidio desde hace varias décadas, y en la última de ellas había logrado un éxito significativo: reducir la tasa de suicidios en un tercio del total o si se quieren cifras redondas, bajar los 34,000 suicidios anuales que se llegaron a registrar durante la década de los 2000, a prácticamente 20,000 suicidios en el 2019
Pero que luego de once años consecutivos a la baja el fenómeno haya repuntado durante el año pasado no es una casualidad. Cuando la crisis sanitaria causada por el nuevo coronavirus comenzó, no fueron pocos los especialistas tanto a nivel local como a nivel mundial, que advirtieron sobre el daño que causaría la pandemia en la salud mental de las personas a corto, mediano y largo plazo. Y menos de un año después, Japón ya está sufriendo las consecuencias.
Obligadas a tomar distancia unas de otras, a romper sus lazos sociales y colectivos, a alterar sus rutinas cotidianas y a desconfiar del prójimo como posible causa de contagio, las personas han profundizado sus sentimientos de soledad. El COVID-19 ha desnudado la fragilidad de las relaciones humanas en muchas sociedades, entre ellas la japonesa, que paradójicamente se encuentra híper conectada tecnológicamente hablando.
El fenómeno de la soledad sin embargo, es una especie de estigma que en Japón no se acepta y que por el contrario, más bien se oculta. La tradición, la cultura y el temperamento japonés indican que la adversidad es algo natural, una parte de la vida que el individuo debe enfrentar con entereza y sin quejarse. Esta “cultura del gaman”, del aguantar y resistir la adversidad y las cosas malas, es vista incluso como un deber que el ciudadano debe asumir sin pedir ayuda, sin molestar al prójimo.
Hablando en cifras, la soledad hacia la que avanza la sociedad japonesa se puede graficar fácilmente: antes de la pandemia del COVID-19, el 15% de los japoneses indicaba no tener ningún tipo de relación social más allá de su círculo familiar; el 15% de los hombres mayores y el 8% de los hombres jóvenes solteros que vivían solos hasta el 2019, aseguraba tener en promedio, una conversación de tipo social cada dos semanas, o incluso menos; mientras que según un estudio del Instituto de Investigación Mizuho, uno de los más reputados del país, para el 2040 el 40% de los hogares japoneses estarán conformados por una sola persona.
Cifras a las cuales Japón ha comenzado a adaptarse desde hace años, creando mascotas robot para que le hagan compañía a los ancianos que viven solos; desarrollando todo tipo de servicios que convierten al teléfono celular en el puente entre el individuo y el resto de la sociedad; publicitando los karaoke box como un tipo de diversión unipersonal donde los amigos salen sobrando; lanzando el servicio de bodas para una sola persona, por lo general mujeres que no desean casarse pero que quieren sentirse novias por un día; construyendo departamentos pensados exclusivamente para que viva una sola persona; y en general, vendiendo libros, cenas, obentos y experiencias para una sola persona.
Tanto se prepara o se adapta Japón al fenómeno de la soledad, a la progresiva realidad de una sociedad unipersonal, que hasta el idioma ha reflejado este fenómeno. Kodokushi es un término que traducido al castellano significa “muerte en solitario”. La palabra comenzó a utilizarse desde la década de los años 70, cuando se comenzaron a llevar estadísticas sobre el tema, estadísticas que en la actualidad revelan un dato estremecedor: el 14% de las personas que viven solas y fallece, son encontradas entre uno y tres meses después del deceso dependiendo de la época del año en la que se produce la muerte, ya que es el olor que comienza a emanar el cuerpo, el que se encarga de revelarle el deceso a los vecinos.
A su vez, el kodokushi ha generado una nueva línea de servicios: empresas que se dedican expresamente a limpiar y dejar habitable la casa donde se produjo la muerte, y que se hacen cargo del reciclaje y eliminación de las pertenencias del difunto.
Si bien el gobierno no tiene o no desea publicar la cantidad de kodokushi que se registran anualmente, la ONG Asociación para Tomar Medidas para Prevenir la Muerte Solitaria en Japón indica que durante el 2020 y según sus cálculos, 4,448 personas murieron completamente solas.
Parte de la cultura
Durante muchos años y a lo largo de las últimas cinco o seis décadas o desde que las estadísticas comenzaron a registrarse, Japón ha sido el país dentro del grupo de naciones desarrolladas, que mayor cantidad de suicidios ha registrado por cada millón de habitantes.
Dejando de lado la pandemia, los cambios sociales de las últimas décadas, el envejecimiento de la población y cualquier otra consideración de orden social, se puede decir que si Japón ha tenido y todavía mantiene altas tasas de suicidio, es porque en parte, el suicidio se encuentra bastante integrado en la historia y sobre todo, en la forma de ver el mundo de los japoneses.
Esta conexión se establece a través del honor, y es bastante sencillo de demostrar si recordamos que durante el periodo Edo (1603-1868), los guerreros samuráis lavaban sus faltas o sus derrotas por medio del “hara-kiri”, un suicidio ritual que sólo se le concedía a un guerrero que durante su vida se comportó de manera honorable.
Otro ejemplo son los aviadores kamikaze que durante la Segunda Guerra Mundial y antes de tener que sufrir el deshonor de la derrota, preferían inmolarse estrellando sus naves contra objetivos enemigos.
Más recientemente incluso, dentro del mundo empresarial y gubernamental japonés, no han sido escasos los episodios en los que un empresario, directivo o funcionario público de una gran corporación o entidad del estado, cometa suicidio para lavar sus actos de corrupción.