POR: MARIO CASTRO / Ed.222 MARZO-ABRIL 2023
Mientras que en el resto del mundo este accesorio es rechazado ampliamente, los habitantes del archipiélago continúan usándola por iniciativa propia
Debido al aumento de la vacunación en todo el país, así como al control que la ciencia médica ha logrado sobre la pandemia no solo en Japón sino en todo el planeta, en mayo del 2022 y cuando Japón se encontraba a punto de entrar a la temporada veraniega, las autoridades locales decidieron relajar las recomendaciones sobre el uso de la mascarilla, limitando el uso de las mismas a espacios cerrados o a situaciones donde la llamada distancia social, fuese difícil de mantener.
La intención principal del gobierno con esta medida, era lograr que sus ciudadanos dejasen de utilizar mascarilla en espacios abiertos para de esta forma, prevenir los golpes de calor que podrían sufrir las personas durante un verano que estaba a punto de comenzar, y que tal como se anunció, fue el segundo más tórrido que soportó el país en toda su historia, con temperaturas sostenidas cercanas o mayores a los 40 grados centígrados.
Sin embargo y a pesar de la solicitud del gobierno que fue ampliamente difundida por los medios de comunicación, y de las altísimas temperaturas que azotaron todo el archipiélago causando numerosas muertes, los japoneses jamás abandonaron el uso de la mascarilla en ningún momento ni situación, confirmando una tendencia que ya varios expertos y encuestas habían adelantado y según las cuales, será muy difícil que el japonés promedio deje de utilizar mascarilla incluso si la pandemia termine completamente.
Problemas de fondo
Lejos de tratarse de un detalle meramente estético, la negativa de los japoneses a dejar de lado la mascarilla tiene varias razones de fondo y esconde problemas y conductas sociales, que no solo afectan a los adultos sino también a los niños.
Todas estas razones, conductas y problemas son expuestos en libros de gran popularidad publicados recientemente, entre los que se cuentan por ejemplo, títulos como “¿Llegará el día en que los japoneses se quiten la mascarilla?” o “Los japoneses, bajo el embrujo de las mascarillas”.
Paralelamente a estas publicaciones, el lenguaje popular ha acuñado dos palabras que resumen bastante bien el fenómeno. La primera palabra es datemasuku que traducido significa algo así como “mascarilla que sirve como imagen o que refleja nuestra apariencia”, y que se refiere a los tapabocas decorados o “fashion” que utilizan muchos jóvenes actualmente, no solo para verse bien sino muchas veces, para evitar que el mundo note que no se han maquillado o afeitado.
La segunda de estas palabras es kao pantsu, un neologismo que se puede traducir como “trusa o calzón para el rostro”, lo cual da una buena idea de la aversión que pueden sentir muchas personas a quitarse la máscara en público, no solo por un tema estético sino principalmente, por las connotaciones psicológicas que tendría para ellas el mostrar su “rostro desnudo” frente a la sociedad.
Cierto es que ambas palabras no son un invento reciente porque ya existían antes de la pandemia, pero con el coronavirus estos términos se han convertido en dos palabras completamente vigentes y bastante utilizadas.
Otro inconveniente en torno al apego a las mascarillas que se ha comenzado a detectar aunque no de forma masiva, tiene como campo de acción las escuelas, sobre todo las de primaria, donde muchos niños se niegan a dejar de usarlas por un factor netamente psicológico: con mascarilla se sienten protegidos a la hora de socializar con sus compañeros. Los especialistas temen que si se les obliga a dejar el tapabocas, muchos niños se nieguen a asistir a la escuela.
Por su parte y entre los estudiantes de grados superiores, la mascarilla les permite disimular sus emociones y les brinda un espacio privado y seguro, a todos aquellos alumnos que no tienen la habilidad para manejar adecuadamente sus relaciones interpersonales. En otras palabras, la mascarilla se convierte en una barrera entre ellos y el resto del mundo.
Presión social
Si el fenómeno se aborda por el lado de las cifras, son varios los estudios y encuestas serias que se han realizado sobre el tema en los últimos dos años, las cuales indican que entre el 70% al 90% de los japoneses indica que no dejará de usar mascarilla en cualquier situación aun si la pandemia termina, e incluso si las autoridades les piden expresamente que renuncien a esta prenda de protección.
En este punto es conveniente aclarar que desde el inicio de la pandemia e incluso cuando se declararon los estados de emergencia por el aumento explosivo de contagios, nunca las autoridades japonesas obligaron a sus ciudadanos a usar mascarilla, mucho menos los amenazaron con imponerles multas o penas de cárcel, tal como sí sucedió en muchos otros países del planeta. Lo único que hizo el gobierno, fue recomendar el uso de mascarillas a una población que ya la había comenzado a utilizar por voluntad propia, desde varias semanas antes del pedido oficial.
Efectivamente, los estudios han demostrado que desde que se inició la pandemia, 9 de cada 10 japoneses utilizó mascarilla de manera permanente, mientras que en diversas investigaciones a lo largo de estos dos últimos años, más del 60% de los encuestados indicó que decidió usar el tapaboca porque “era lo correcto”, para no “causar molestias al prójimo ni contagiarlo”, o porque “era inapropiado y descortés” estar en público sin este elemento de protección.
Los especialistas indican que este mayoritario civismo de los japoneses, surge como consecuencia de la presión social que existe en la sociedad local cuando se trata de abordar los asuntos y conductas públicas. Y esta presión que ejerce el grupo sobre el individuo es tan fuerte, que incluso hará que el ciudadano no siga las instrucciones de las autoridades si la opinión generalizada es contraria a la posición oficial, que es exactamente lo que ha sucedido con el pedido del gobierno para que los japoneses abandonen el uso de la mascarilla en determinadas situaciones y al aire libre.
Esta presión social llegó a su clímax con la aparición de lo que popularmente se conoce hasta la actualidad como “La policía de las mascarillas”, que es como se le llama a las personas, por lo general de avanzada edad, que abiertamente reprenden a los ciudadanos que aparecen en espacios públicos sin usar tapabocas, sean estos espacios públicos internos, al aire libre como un parque o la orilla de un río, e incluso en medios de transporte.
La presión social no incluye únicamente al ciudadano de a píe sino también a empresas e instituciones, las cuales tienen el derecho legal para delinear sus propias reglas de conducta sobre el uso de mascarillas, y la tendencia general es continuar solicitando el uso del tapaboca con la excusa de prevenir una nueva ola de contagios de coronavirus.
Desde mucho antes de la pandemia
Una de las razones principales para que los japoneses se hayan adaptado tan bien y de forma tan inmediata a las mascarillas durante la pandemia, es porque ya las usaban desde mucho antes de que el nuevo coronavirus golpeara al mundo. De hecho y hasta el 2019, era bastante común encontrar en tiendas de conveniencia, farmacias y supermercados entre cuatro a cinco tipos diferentes de mascarillas, y en diversos colores y tipos de material.
Cifra oficiales indican que antes del coronavirus y cuando llegaba la época de invierno, que es cuando proliferan las enfermedades respiratorias, o durante la temporada de kafunsho o alergia al polen antes de la primavera, hasta un 36% de la población total del país usaba mascarilla simultáneamente. Es decir, unos 45 millones de personas.
Pero éstas no son las únicas razones por las cuales los japoneses ya usaban mascarilla antes de la llegada de Omicron, Delta y compañía. Otros motivos eran para protegerse de la polución y de las partículas contaminantes ultra finas (PM2.5) causadas por los motores de combustión; para cubrirse de los rayos UV o ultravioleta emitidos por el sol; para protegerse de la radiación luego del accidente en la planta nuclear de Fukushima en el 2011; en verano usaban máscaras húmedas para combatir la sequedad de garganta producida por los aires acondicionados; o simplemente para ocultar el rostro ya sea por timidez, privacidad o porque no se han afeitado o maquillaje en el caso de los hombres y mujeres, respectivamente.
Incluso y en los tiempos modernos, los japoneses aprendieron que el uso de la mascarilla evitaba la propagación de enfermedades potencialmente pandémicas como el Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SARS, por sus siglas en inglés), que en el 2003 golpeó con fuerza el sudeste asiático sin causar una sola víctima en Japón. Lo mismo sucedió en el 2009 con la gripe porcina A (H1N1), y luego en el 2013 con el síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS, por sus siglas en inglés).
Hasta el 2019 y únicamente para su mercado interno, Japón producía 5,538 millones de unidades de mascarillas desechables por un valor superior a los 34.000 millones de yenes.
A nivel histórico
Lejos de ser una costumbre moderna, lo que en la actualidad derivó en el uso de mascarillas se inició en Japón durante el periodo Edo (1603-1868), cuando según los registros históricos, los pobladores del archipiélago se cubrían parte del rostro con una rama de Sasaki cuando hablaban con otra persona, para que el interlocutor no percibiera su “sucio aliento”.
Esta costumbre si bien aplicaba un concepto de limpieza y salubridad pública, no tomaba en cuenta para nada razones de orden médico, ya que en esa época no se conocían los efectos nocivos de virus y microbios sobre la salud de las personas.
Fue solo durante la pandemia de Gripe Española ocurrida a principios del siglo XX, la cual causó 23 millones de contagios y 390,000 muertes en todo el archipiélago, que los japoneses aprendieron la importancia de usar la mascarilla como un implemento médico para prevenir la expansión de la enfermedad, junto a otros factores como la vacunación masiva y el aislamiento de los enfermos.
Mascarillas: cuándo sí y cuándo no
Estas son las directrices emitidas por el gobierno en mayo del 2022 sobre el uso de mascarillas:
-No es necesario usar mascarillas en exteriores, salvo cuando se habla de cerca con otras personas.
-En interiores y si es que hay una distancia de dos metros entre personas que conversan poco o nada entre sí, no es necesario usar mascarilla.
-Se debe usar mascarilla si se visita o habla con personas mayores, cuando se ingresa a hospitales y centros de salud, en el transporte público y en espacios donde haya muchas personas sin distancia social.
-Cada institución o empresa tiene el derecho de dictar sus propias reglas sobre el uso de mascarillas.
-Los estudiantes de primaria, secundaria básica y secundaria superior no necesitan usar mascarilla en exteriores si existe una distancia mínima entre sí. Se aplica el mismo criterio en espacios internos donde los alumnos conversan poco o nada.
-Los alumnos tampoco deben usar mascarillas durante las clases de educación física, en piscinas o gimnasios, así como cuando se desplazan entre su casa y la escuela y viceversa, salvo que usen un transporte público.
-Para niños menores de dos años no se recomienda el uso de mascarillas, y cuando las usan los padres, tutores, profesores o encargados deben vigilarlos de cerca para evitar cualquier accidente o complicación.