JAPANÉCDOTAS

POR: MARIO KIYOHARA / Ed.226 DIC.2023 – ENE.FEB.2024

El choque cultural puede ser una experiencia divertida y desafiante. Es importante ser respetuoso con las costumbres y tradiciones de otros países y, ante todo, estar preparado para lo inesperado. Recopilamos algunas anécdotas divertidas recogidas por inmigrantes sobre sus primeros años en Japón y te invitamos a compartir las tuyas.

El ingenio latino lo llevas en la sangre; pero la reacción japonesa fue única. Un día se me antojó hacer un puré de espinaca, y en el supermercado no encontraba la susodicha verdura. No se me ocurrió otra cosa que acercarme a la dependiente y preguntarle “¿Popai no gohan doko?” (¿dónde está la comida de Popeye?).
Podría haber sido una gran sorpresa para ella una pregunta así, pero la sorpresa fue mía que lo entendió muy bien y me trajo mi pedido.

En mi primer viaje a Japón como becario sentía como todo lo poco aprendido de japonés para viajar se iba al traste porque no podía entender por qué los japoneses a la luz verde del semáforo le dicen “aoi” (azul) y no “midori”(verde).
Aun me cuesta entender que los japoneses le dan más significado a la tonalidad que al color en sí.
Acompañar a mi amigo Lalo al supermercado era una experiencia entre divertida y vergonzante, pero eso sí, siempre se salía con la suya.
La vez que quería preparar un plato popular peruano como lo es la “patita de chancho con maní” se le acercó a la japonesa del super y con toda seriedad se señaló el pie levantado diciendo “oink, oink”. La japonesa no dejó de reír mientras le traía las patas de cerdo congeladas…
En Perú, una forma de decir que algo es muy fácil de hacer, se dice que es “huevo”. El jefe de línea de la fábrica llevó a mi compañera a que practique manipular una nueva pieza. Al rato regresa el jefe y le pregunta qué tal, a lo que ella responde “SHIGOTO TAMAGO” con una señal de aprobación con su mano…
Como técnico, fui invitado a Japón para una capacitación de una nueva maquinaria en la matriz. Nuestros anfitriones fueron A1, en especial porque se esmeraban que la comida sea lo más occidental posible, pero estaba en Japón y quería experimentar una cena típica y aprender a usar los palillos. Cuando quería beber agua, y para que no se rueden los palillos por la mesa, los clavaba en la taza con arroz ante la mirada de pavor de mi anfitrión. Ahí aprendí que los japoneses interpretan ese acto como una invitación a compartir mi cena con los muertos…
Es increíble la facilidad que tienen los japoneses para dormirse en cualquier parte (inemuri), especialmente en el tren. Viviendo en Tokio, intenté hacer eso luego de salir del trabajo y terminé en la última estación de la línea en Kanagawa, a más de 1 hora de mi parada. Después de eso, nunca más.
¿Quién no ha tenido la primera impresión al entrar al baño y encontrar el inodoro oriental? Y peor aún, no saber cómo usarlo. Entre mis amigos le llamábamos el baño “tapa penales”
Si mi abuela, la de “no pongas los codos en la mesa”, “la servilleta se pone en las piernas” o “no soples la sopa”, visitase Japón, se moría dos veces al entrar a un ramen-ya (restaurante de ramen) y escuchar el concierto de sorbos a esa deliciosa sopa.
Por cierto, en Japón hacer bulla con el ramen es visto como de buena educación, con eso dices que estuvo delicioso…
No cabe duda que los primeros días de Toño en Japón fueron una tortura en cuanto a soledad y la comida de la fábrica, por eso nos decía que siempre llevaba un sándwich de atún para el almuerzo y sólo eso era lo único que le parecía rico en Japón.
El fin de semana fuimos a su casa para darle una sorpresa y llevarlo a comer algo diferente; pero más sorprendidos quedamos nosotros al ver muchas latas con la cara de un gato.
En defensa del pobre Toño, en el Perú de los ochentas era impensable que existiera comida para gatos…