WABI-SABI

POR: MARIO CASTRO GANOZA / Ed.229 JUL-AGO-SEP 2024

La belleza de lo imperfecto, de lo natural, rústico y transitorio, una estética, una filosofía enraizada en la cultura nipona

Perfección y belleza son dos términos que, si bien no son sinónimos, se encuentran bastante relacionados en el imaginario popular, ya que para muchos lo bello tiende a ser perfecto y viceversa. Al menos en Occidente.

Sin embargo, dentro de la sociedad japonesa lo perfecto no es necesariamente bello mientras que lo imperfecto tiene su propia belleza, un concepto filosófico y un patrón estético conocido en estas islas como wabi-sabi.

El wabi-sabi, un término intraducible no solo al español sino a cualquier otro idioma, es una parte fundamental de la filosofía de vida y la estética japonesa, y es hasta la actualidad, el concepto que rige las normas del buen gusto, la sobriedad y la belleza japonesa.

Aunque es intraducible e imposible de explicar, se puede decir que el wabi-sabi incluye y representa lo imperfecto, lo incompleto, la fugacidad, melancolía, humildad, simplicidad y transitoriedad de las cosas y las situaciones, todo ello enmarcado en la naturaleza la cual se deteriora con el paso del tiempo.

El wabi-sabi logra que el individuo que observa, tenga una clara conciencia de las fuerzas naturales que intervienen en la creación de un objeto o de una situación; que acepte el poder de esa naturaleza creadora; y que entienda que el observador (él) y la naturaleza no son dos cosas distintas, sino una sola cosa, ya que el propio individuo y su percepción forman parte de la naturaleza.

El wabi-sabi le muestra al individuo que él mismo se encuentra a merced de la naturaleza y del paso del tiempo, y le enseña a valorar de forma positiva lo que antes consideraba defectos: una pieza de cerámica rústica y de bordes irregulares; los estragos que causa el paso del tiempo en las cosas; el musgo que genera la humedad de la tierra en las piedras del camino, etc.

Un buen ejemplo del wabi-sabi es la flor del sakura, símbolo nacional que no solo es apreciada por su belleza sino también por su fugacidad. El sakura florece únicamente durante 10 días al año para después ser arrancada de los árboles por las lluvias de primavera, una parábola perfecta que nos recuerda lo bella pero también lo incompleta, imperfecta (porque no permanece) o fugaz que puede ser la vida.

Otra historia que ejemplifica la filosofía wabi-sabi, es la de dos monumentos históricos que actualmente se pueden visitar en Kioto, la antigua capital nipona: Kinkakuji (Templo Dorado) y Ginkakuji (Templo de plata).

Según se sabe, el Kinkakuji o Templo de Oro, edificación que se encuentra recubierta por una capa de este preciado metal, fue construido por el shogun Ashikaga Yoshimitsu. Años después, el nieto de este renombrado guerrero y también shogun Ashikaga Shoshimasa, decidió construir otro pabellón igual al edificado por su abuelo, pero recubierto en plata. Corría el año 1474 y una guerra civil interrumpió los planes del shogun, que jamás pudo recubrir su obra de plata dejándola incompleta, inacabada, un ejemplo perfecto de la filosofía wabi-sabi.

Sin embargo, hay que dejar en claro que la simple imperfección no convierte algo en wabi-sabi, ya que para alcanzar esta categoría el objeto, obra o situación debe tener determinadas características muchas de las cuales provienen de la filosofía budista.

Andrew Juniper, autor de “Wabi Sabi: The Japanese Art of Impermanence” (Wabi-sabi: el arte japonés de la impermanencia) lo explica de la siguiente forma: Si un objeto o expresión puede provocar en nosotros una sensación de serena melancolía y anhelo espiritual, entonces dicho objeto puede considerarse wabi-sabi.

Richard R. Powell, otro autor que ha escrito varias obras sobre el tema indica: Ello (el wabi-sabi) cultiva todo lo que es auténtico reconociendo tres sencillas realidades: nada dura, nada está completado y nada es perfecto.

El wabi-sabi también se encuentra presente en varias de las principales artes y tradiciones niponas como por ejemplo el ikebana; el bonsái y los jardines tradicionales nipones; el haiku y otros estilos de poesía japonesa; la cerámica de Hagi caracterizado por sus humildes formas; el honkyoku o piezas de música shakuhachi interpretadas por los monjes zen mendicantes, e incluso en la ceremonia del té.

Etimología

Wabi-sabi es una palabra que tiene su origen en las creencias religiosas del taoísmo, y apareció durante la dinastía Song (China 960 -1279). El término nace porque según el taoísmo, la perfección es propia de la muerte, ya que es un estado durante el cual el objeto muerto no puede cambiar, desarrollarse o crecer, por ende, la vida misma es imperfecta.

Luego de su nacimiento, el concepto llegó a Japón donde fue acogido dentro de la filosofía del budismo zen, específicamente por el budismo Mayahana, el cual pregona la importancia de la sencillez y lo pasajera que es no solo la vida humana sino todo lo terrenal.

El budismo Mahayana advierte que entender el wabi-sabi no se logra únicamente entendiendo el significado de las palabras que lo componen, sino más bien, aceptando que el wabi-sabi trasciende su significado. Por este motivo la filosofía Mahayana vincula el wabi-sabi a siete principios estéticos:

  • Fukinsei: asimetría, irregularidades;
  • Kanso: simplicidad;
  • Koko: minimalismo;
  • Shizen: desafectado (sin pretensiones), natural;
  • Yugen: belleza sutilmente profunda, no obvia;
  • Datsuzoku: libre de convenciones limitantes;
  • Seijaku: sereno, ameno.

Si bien en la antigüedad las palabras “wabi” y “sabi” (frío y marchitado respectivamente) tenían significados bastante negativos o duros, es a partir del siglo XIV que estos comienzan a cambiar adquiriendo valores positivos relacionados a todo lo que simbolizan hoy en día.

Wabi-sabi es un concepto que no se puede traducir de manera exacta a otros idiomas, por ello mismo tiene más de 30 palabras equivalentes o que intentan describirlo en español, y unas 50 en inglés, por mencionar solo dos de las numerosas lenguas que se utilizan en Occidente.

Dentro de la estética pero también de la simbología de vida japonesa, un arte que normalmente se vincula de forma directa con el wabi-sabi es el el kintsugi, una técnica que repara la cerámica rota utilizando oro o fina laca en las grietas, un proceso que en lugar de esconder, resalta las grietas con lo cual no solo logra que estas se conviertan en parte de la pieza, sino que a la vez les da un valor agregado.

Si se piensa más allá del plano artístico, el kintsugi es como la vida misma, porque valoriza las cicatrices y las experiencias que atraviesa un individuo a lo largo de su existencia, cicatrices y experiencias que por lo general, hacen que una persona adquiera mayor criterio y sabiduría.

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