POR: MARIO KIYOHARA / Ed.231 DIC. 2024-ENE.,FEB.2025
En la era de la inteligencia artificial (IA), la sabiduría adquiere una dimensión crucial y multifacética, convirtiéndose en todo un reto para esta humanidad de redes sociales, hiperinformación y automatización entre otros.
Y considerando que la sabiduría trasciende a través del tiempo, nos imaginamos qué pensaría alguien que la representó a lo largo de la historia: Sócrates (470 a. C.-399 a. C) más conocido como el tío de la frase “yo solo sé que nada sé”, considerado como el padre de la filosofía occidental y el más sabio de Grecia. Podríamos atrevernos a decir que nuestro sabio estaría más impresionado por enterarse que había un continente como América más allá de lo conocido, que conseguimos mecanizar la escritura para que el conocimiento sea para todos, y que los humanos conseguimos dominar la electricidad; pero eso es otro tema.
¿Qué diría Sócrates?
Luego de tomar aire (y de repente una botella de coca cola), nos diría que, en principio, la sabiduría no solo radica en la acumulación de conocimientos, sino en la profunda capacidad de discernir, interpretar y aplicar estos conocimientos de manera ética y prudente. Por ello la humanidad ha utilizado recursos y herramientas como los libros, la ingeniería o la filosofía para llegar a ella. Entonces, la IA -como herramienta- ha facilitado el acceso a vastos volúmenes de información, pero este acceso no necesariamente se traduce en sabiduría. La verdadera sabiduría implica la habilidad de navegar por este mar de datos, extrayendo lo que es relevante y valioso para el bienestar humano y el progreso sostenible.
Luego el sabio reflexionaría también sobre la importancia de la empatía y la ética como valor intrínseco humano. La inteligencia artificial, por su naturaleza, carece de emociones y valores, por lo tanto, la responsabilidad recae en los seres humanos para integrar principios éticos en el diseño y la implementación de sistemas de IA. La sabiduría en este contexto significa anticipar las consecuencias a largo plazo de la tecnología y tomar decisiones que beneficien a la humanidad en su conjunto, en lugar de a unos pocos.
Agregaría que la sabiduría en tiempos de IA también implica una autoconciencia colectiva sobre nuestras limitaciones y sesgos. Las máquinas aprenden de los datos proporcionados por los seres humanos, y si estos datos están sesgados, las decisiones de la IA reflejarán esos mismos prejuicios. Una reflexión sabia reconoce la necesidad de diversidad y representación en el desarrollo de tecnologías de IA para asegurar imparcialidad y justicia.
Por último, nos diría que la sabiduría en la era de la IA es un llamado a una colaboración consciente entre la tecnología y la humanidad. Es de conocedores el utilizar la IA para revolucionar industrias o mejorar eficiencias, pero es de sabios el potenciar la creatividad, fomentar el aprendizaje continuo y resolver problemas globales para la humanidad. Este desafío, por ende, requiere no solo mentes brillantes, sino corazones sabios, capaces de guiar la sociedad hacia un futuro equitativo y próspero.
Recogiendo la opinión de la otra orilla.
El instinto periodístico de buscar la opinión de la otra parte (en este caso la misma IA) me acercó al chat GTP, a quien, como si fuese mi entrevistado le hice la siguiente pregunta:
¿Podrían las máquinas alcanzar sabiduría?
A lo que respondió:
“La sabiduría implica no sólo conocimiento, sino también juicio, experiencia y empatía. Actualmente, las máquinas pueden procesar y analizar enormes volúmenes de datos, pero carecen de experiencia personal y la capacidad de empatizar auténticamente. Sin embargo, a medida que la inteligencia artificial sigue avanzando, es posible que lleguen a simular aspectos de la sabiduría, aunque no de manera completamente igual a la humana”.
Sabio de su parte.