PERUANIDAD EN JAPÓN, UN VIAJE PARA REDESCUBRIR NUESTRA IDENTIDAD

POR: ROCIO FERNÁNDEZ / ED.234 JUL-AGO-SEP 2025

Migrar a otro país no solo es cambiar el lugar donde residimos, es un proceso realmente complejo que sin darnos cuenta vivimos a diario, una constante transformación de nuestra identidad cultural: ese sentimiento de pertenencia que nace de nuestra necesidad como seres humanos de entablar relaciones, de sentirnos “parte de” y también “distintos a”, en un contexto nuevo.

La migración nos conduce a interactuar de manera cercana y profunda con la cultura japonesa y, de esta forma nos vemos inmersos en un diálogo entre lo que traemos y lo que encontramos, entre nuestras raíces, nuestro presente y nuestro futuro. Solemos pensar que sólo quienes llegaron de niños o jóvenes absorben la cultura en la que son criados, sin embargo, como adultos nuestra identidad también sufre un impacto. Al realizar el esfuerzo consciente e inconsciente por adaptarnos, abrazamos lo nuevo, lo distinto, pero también conservamos características de nuestra propia cultura. Nos convertirnos así, en la fusión de dos mundos y desarrollamos una identidad “híbrida” que nos lleva a replantear la esencia de nuestra peruanidad.

Entonces, ¿cómo reconocernos en una cultura distinta a la propia?
Detenernos a reflexionar en torno a cómo reaccionamos en esta mixtura de culturas y cuál es el diálogo que surge entre lo que somos y lo nuevo que encontramos es clave. Implica volver a conocernos y reinterpretarnos en nuestra nueva realidad: ¿quién y cómo soy?, ¿qué me caracteriza y define?, ¿cómo me identifico?, ¿me siento más peruano o menos peruano?, ¿me siento más japonés?, ¿cómo he cambiado en estos años?, ¿cómo me siento al adoptar hábitos y costumbres distintos?, etc. Plantearnos estas cuestiones nos llevará a dilucidar qué imagen tenemos de nosotros mismos en el momento presente y cómo hemos reestructurado nuestra identidad.

En este proceso, único para cada uno de nosotros, volver a mirar nuestras raíces será de vital importancia. Esto significa reconocer de dónde venimos y cómo llegamos a donde estamos, y de esta forma, apreciar y respetar nuestra herencia bicultural (o multicultural), porque nos representa y nos define en cierta medida. Conectar con nuestras raíces contribuye a desarrollar una identidad saludable y reforzar nuestra autoestima.

En este escenario, el idioma del lugar que nos acoge tiene un papel central en nuestra historia personal y colectiva. Se convierte en un vehículo para comunicarnos y subsistir, pero también en un medio importante para respirar la cultura japonesa y sentirnos más integrados a ella. La interacción a través del japonés nos impulsa a buscar el equilibrio para convivir en la diversidad cultural, ayuda a desarrollar buenas relaciones y suma en positivo a nuestra adaptación.
Al mismo tiempo, nuestro idioma natal también se transforma al interactuar con el japonés, se genera una forma versátil y rica en conceptos que transmiten no solo significados literales, sino también la cultura y emociones de nuestra identidad en movimiento.

Los espacios de encuentro con diferentes grupos que comparten con nosotros tradiciones y culturas también nutren la dinámica en la que se desenvuelve nuestra identidad. En estas interacciones nos vemos reflejados en el otro, nos identificamos y diferenciamos, compartimos y departimos, revalorizamos nuestras raíces, nos reencontramos a nosotros mismos en medio de la rica diversidad de nuestro colectivo.

Nuestro sentido de comunidad se redefine y se reconceptualiza, porque nos reconocemos no solo como individuos, sino también como colectivo.

La migración es un desafío enorme, pero a la vez es un terreno fértil en el que sembramos importantes recursos personales para hacer frente al estrés aculturativo, para salir adelante y cosechar una admirable capacidad de resiliencia. Y eso lo venimos demostrando a través de todos estos años de historia migratoria. Por este motivo, no me cabe la menor duda de que migrar significa también una oportunidad de aprendizaje, crecimiento, desarrollo personal y comunitario, una experiencia que nos enriquece, que nos ayuda a reinventarnos, que nos ofrece una visión potenciada del mundo y de la vida, que tiene el poder de reforzar nuestra autoestima y que aporta al camino de sentirnos realizados.

Lic. Rocío Fernández
Psicóloga y psicoterapeuta
www.facebook.com/rocio.p.fernandez.p

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