POR: EDUARDO AZATO S. / Ed.218 MAYO-MAYO 2022
El fútbol profesional japonés, la J-League, cumple saludablemente tres décadas este año. Hubo un peruano jugando en las filas del Urawa Reds Diamonds cuando toda esta historia comenzó en 1992. Conversamos con el “Cholo” Edwin Uehara.
58 equipos, repartidos en tres divisiones, conforman la liga japonesa profesional de fútbol -popularmente conocida como la J-League- que se inició en 1992 con diez equipos y un torneo experimental denominado Copa Nabisco (desde el 2016, llamada Copa Levine).
El inicio del fútbol profesional en Japón fue todo un acontecimiento en la historia del deporte del país, dado que fue apoyado desde todos los sectores con impresionante acogida. Hasta ese momento el fútbol nipón, que nunca había asistido a un Mundial, desarrollaba su torneo de clubes en ligas amateurs o semi-profesionales, jugados en campos donde la grama brillaba por su ausencia y con tribunas casi vacías.
Una gran maquinaria publicitaria se puso en marcha en todo el país y los japoneses acogieron sin reservas todo lo referente al deporte de moda, ése que en el mundo afuera era el más popular. Para ello se invirtió muy fuerte en una planificación que incluyó muchos aspectos, desde remodelación de estadios, hasta compromisos de patrocinio de las más grandes compañías y el apoyo de gobiernos locales para apoyar a los clubes.
Pero uno de los aspectos vitales para que el fútbol japonés cree interés en la ciudadanía fue apuntalar la parte competitiva, lo que se logró enrolando a grandes nombres del fútbol mundial y jugadores del extranjero que, a través de los años, bajo su influencia, elevaron el nivel del balompié nipón.
Para beneplácito de los latinoamericanos que recién empezábamos a adaptarnos a la vida en Japón, llegaron a animar la J-League reconocidos “cracks” que ya jugaban sus últimos partidos a plenitud, pero seguían siendo elementos de gran calidad que le dieron brillo al “fútbol del gol naciente” por aquellos días.
El Urawa Reds Diamonds, de la prefectura de Saitama, es uno de los clubes más populares del país y de mayor trayectoria, que ha saboreado la miel de la gloria a través de títulos o la hiel de la derrota, materializada en la pérdida de categoría en una oportunidad. Un club histórico en el que se formaron ídolos como Masahiro Fukuda, Shinji Ono o Makoto Hasebe, y que tiene probablemente la hinchada más “latina”, ésa que nunca cesa de alentar de mil maneras, pero también es capaz de subir al autobús de los jugadores para reclamarles más compromiso, cuando las cosas vienen torcidas.
A ese club llegó en 1992, Edwin Uehara -el “Cholo”, para quienes lo conocemos desde sus inicios en el fútbol- un eficiente mediocampista cuya carrera profesional se desarrolló defendiendo a clubes como Sporting Cristal, Universitario de Deportes, Melgar FBC y el Deportivo AELU.
*¿En qué circunstancias se produce tu ingreso al fútbol japonés? Supongo que económicamente era atractiva la propuesta; pero fuera de ello, ¿qué te motivó a venir a un país donde el fútbol era aún incipiente?
El año 1991, uno de los dirigentes del Urawa Reds Diamonds, Mr. Okubo, estuvo por Sudamérica para llevarse un jugador joven para su equipo. Estuvo por algunos países y luego pasó por Lima. Aquí se encontró con Sumio Takeshima -un ciudadano japonés radicado en el Perú hace varios años y socio de la AELU-, quien le recomendó mi contratación. Luego me enteré que estuve en una lista junto a Jerry Tamashiro y Tito Takayama (otros jugadores destacados en esa época, formados también en la institución deportiva nikkei) para ver a quién se llevaban. Para entonces, en 1992, el Defensor Lima que dirigía Fernando Cuéllar estuvo interesado también en ficharme. Así que me permitieron realizar la pre-temporada, en la probabilidad que no saliera mi viaje a Japón y me quedara con ellos. Felizmente pude salir al Japón en mayo de ese mismo año, cuando el fútbol nipón entra a la etapa profesional. Viajé sin saber realmente en qué nivel futbolístico se encontraban, solo me animé por el simple hecho de salir del país y ganar experiencia en el exterior. No era de los jugadores que veía mucho fútbol de fuera. En esos tiempos llegaba poca información de ligas extranjeras y menos se podía indagarlo por internet, porque no existía entonces. Así que solo me interesaba jugar y tratar de destacar en mis funciones.
“ERA COMO VIVIR UN SUEÑO”
*Pese a que estaban al final de sus carreras, pocos pueden presumir que tuvieron como rivales a estrellas históricas de la talla de Zico, Careca, Laudrup, Lineker o Littbarski. O como compañeros de equipo a los campeones mundiales alemanes del 90, Butchwald y Bein. ¿Qué tipo de satisfacciones te dio el jugar en Japón y contribuir, como todos los jugadores extranjeros, a popularizar el deporte en el país?
En efecto, es todo un orgullo el haber estado compartiendo torneos con grandes estrellas como las que mencionas y haber aportado nuestro granito de arena para que el fútbol se popularice en Japón. Quizás, en el momento, uno no dimensiona bien todo lo hermoso que estás viviendo; pero con el tiempo comienzas a recordar y te lamentas cómo no valoraste más esos días. Tener en los primeros años “en casa” y convivir con profesionales como el “Pichi” Escudero, Marcelo Trivisonno, Uwe Rahn, Michael Rummenigge, Uwe Bein y Guido Butchwald, entre otros, en el mismo plantel, fue todo increíble. Recuerdo que antes que la liga, se realizó la Copa Nabisco del 92, que fue el torneo experimental con el que se da inicio a la J-League. En ese primer campeonato llegamos hasta semifinales y fuimos eliminados por el fuerte Yomiuri Verdi, el equipo más fuerte y campeón de esos primeros años del fútbol rentado japonés. En esos primeros años de la liga, te encontrabas con grandes figuras como las que mencionaste, así como los argentinos Ramón Diaz, Medina Bello, Bisconti, el ruso Aleinikov y muchas más jugadorazos que fueron a terminar sus carreras en Japón, así como otros que recién comenzaban a ser conocidos. Era increíble ver a tantas estrellas cerca. ¿Te imaginas si hubiera existido el “selfie”?…hubiera tenido un montón de fotos. Y, por supuesto, yo agradecido infinitamente por haber vivido tan linda experiencia.
*Recuerdo que en esas primeras campañas, cuando el Urawa Red Diamonds jugaba en su viejo fortín del estadio de Komaba, el equipo tenía estilo sudamericano. Con los argentinos Trivisonno -un jugador recio en marca y bueno por alto, como central- y el movedizo Escudero acompañándote en el medio, jugando tú en función de enlace, o hasta de volante de marca. Te convertiste en un medio “multiusos” y todo terreno. Resultaste ser el mejor socio del goleador Masahiro Fukuda, hoy toda una leyenda del balompié nipón que trabaja como comentarista deportivo en la televisión. ¿Alguna anécdota para contar de esos días?
Sí, efectivamente, con el argentino “Pichi” Escudero -que jugó en Vélez, Independiente y Boca Juniors, entre otros, y fue campeón mundial sub-20 en aquél equipo en el que jugaba Maradona- me adapté muy bien. Yo jugaba de enlace, por derecha lo tenía al “Pichi” y por izquierda a Fukuda, y adelante a Hashiratani. Con esos jugadores era fácil jugar. En mi segundo año, cuando el técnico optaba por variar el sistema táctico y hacía que Fukuda se tire para atrás, también me hacía retroceder unos metros y cumplir función de marca. Algún tiempo después, el cambio de estilo de juego sudamericano a europeo, motivado por la llegada de un técnico alemán, me encontró recuperándome de una lesión (fractura al tobillo) que no me permitió jugar casi todo el año 1994. Cuando me recuperé al año siguiente, el técnico alemán Holger Osieck no quería contar con mis servicios, a pesar de que en ese momento no ocupaba cupo de extranjero porque adquirí la nacionalidad japonesa. Andaba deprimido y con ganas de regresar al Perú, primera vez que me pasaba todo esto. Afortunadamente, a fines de ese año vinieron varias ofertas y aposté por el proyecto del Tosu Futures (hoy Sagan Tosu, en donde el goleador español, Fernando “El Niño” Torres, decidió retirarse). Era un equipo de segunda división que pretendía subir a la J-1 con varios sudamericanos. Tuve como técnicos al uruguayo Nelson Agresta y el argentino Daniel “Checho” Batista (campeón y ex campeón mundial como futbolista en México 86 e Italia 90, y dos veces entrenador de la selección argentina). Como compañeros tuve al panameño Jorge Dely Valdez, al uruguayo Mario López, al argentino Fernando Batista y al capitán de Camerún en Italia 90, Stephen Tataw. Lamentablemente llegamos terceros y no subimos. Mis mejores años fueron cuando jugaba de enlace, el 92 en Urawa y el 96 en Tosu Futures, me sentía muy bien en ese puesto. Si me tengo que quedar con un momento favorito en esos años, fueron esos minutos que compartimos una conversación, antes del partido Urawa Reds versus Kashima Antlers, con Zico y nuestro preparador físico Jorge Castello. Todo un sueño tener a Zico tan cerca, compartiendo anécdotas.
IR A MUNDIALES: CONSECUENCIA LÓGICA
*¿Por aquellos días te imaginabas que el fútbol le iba a hacer sombra a un deporte nacional como el béisbol, llegando a equiparársele en popularidad?, ¿cuánto le deben las seis participaciones consecutivas del seleccionado japonés en los Mundiales, probablemente siete, a estos 30 años de la J-League?
En esos primeros años solo deseaba que la gente nunca pierda el entusiasmo por el fútbol, sentía que estábamos viviendo un sueño. Que como jugadores también estábamos implicados. El que Japón esté presente en los mundiales es gracias a los dirigentes y empresas que apostaron por el fútbol y respetaron un proyecto a mediano plazo. Por organizarse muy bien para conseguir ese objetivo y por ser abiertos al cambio. Porque el fútbol, de alguna manera, provoca varias fisuras en la sociedad, el fútbol es rebeldía y picardía, y por allí el respeto se pierde un poco durante la competencia. No suele pasar en todo lo que lleva el fútbol profesional en Japón, lo que es de reconocer. En esos momentos me hubiera gustado haber dominado bien el idioma japonés. Tengo más de medio corazón lleno de agradecimiento al Urawa Reds, al Tosu Futures, ahora Sagan Tosu; a los amigos que hice y a los hinchas, hubiera querido retribuir mucho más tanto cariño.
*Eso de la importancia de la marca del equipo, la publicidad, la relación con los hinchas, tomar parte en eventos promocionales de los patrocinadores, todo llevado muy empresarialmente, ¿cómo viviste ese cambio, en relación a lo que estabas acostumbrado en tu carrera en el fútbol peruano hasta ese momento?
El ambiente por las calles era impresionante. “Marquetearon” el fútbol de la mejor manera y la gente respondió positivamente. La J-League salía en todas las revistas, en bebidas, dulces, las antiguas tarjetas telefónicas, etc. La irrupción del fútbol en Japón fue todo un acontecimiento. Los que no entendían las reglas se llenaban de entusiasmo y seguían para adelante llenando los estadios, en procura de entender el deporte de moda. El hincha, los periodistas y, en general, todo el pueblo japonés, tuvieron un proceso rápido de aprendizaje. Haber estado esos primeros años de liga fue fantástico. El éxito de la J-League se debe a la gente, a la aceptación masiva para apoyar un nuevo deporte. En ese entonces, el béisbol y el sumo eran sus deportes favoritos. Definitivamente, considero que ese apoyo y ese entusiasmo que le pusieron al fútbol fue clave del éxito. Los japoneses deben estar orgullosos por todo lo que han logrado con el fútbol.
*¿Te enteraste que un contemporáneo tuyo -rival en los campos en esas épocas-, la estrella “Kazu” Miura, jugó hasta el año pasado con 54 años, en la segunda división; y que este año, ya con 55, lo hace en la JFL (una especie de cuarta división, semiprofesional)?
“Kazu” Miura. Extraordinario y eterno. La J-League le debería hacer un homenaje, ahora que se encuentra todavía activo. Él debe ser como el “Cristiano Ronaldo” de los japoneses. Necesita una buena despedida y un “ARIGATOU KAZU”, así, con mayúsculas.
*¿Sigues de alguna manera el torneo japonés, qué opinas de la selección japonesa?
Una característica de las selecciones de Japón, de los jugadores japoneses, es su juego de conjunto, todos se saben piezas importantes de una “maquinita”. A los diferentes, como Kagawa, hasta hace algunos años, o ahora a Kubo, es a quienes hay que cuidar para mantener la máquina funcionando.