Emprendedora Angie Teruya, ELLA Y SILLA

POR: EDUARDO AZATO / Ed.211 DIC.2020-ENE.FEB.2021

Diseñadora de profesión, Angie Teruya es una emprendedora que desde hace años comercializa productos por la internet. También tiene un canal en YouTube para tocar temas sobre discapacidad.
Diseñadora de profesión, Angie Teruya es una emprendedora que desde hace años comercializa productos por la internet. También tiene un canal en YouTube para tocar temas sobre discapacidad.

Vivir en una silla de ruedas nunca fue impedimento para conseguir sus objetivos. Ni siquiera en un país ajeno como el Japón, desde donde ha creado un canal en YouTube para hablar sobre discapacidad.
A Angie Teruya, las 24 horas del día se le hacen cortas.
Las pasa viendo todo lo referente a enviar por correo pedidos de su tienda virtual, verificar productos y contactar proveedores, atender mensajes de clientes, actualizar diseños y presentación de su página web, preparar material para todas las plataformas de red social en la que tiene presencia, etc. Y por si fuera poco, tiene también un canal en YouTube que actualiza semanalmente. Es una chica muy ocupada.
Llegó en el 2008 junto a Liria, su madre, para reunirse luego de muchos años con sus hermanos menores, Cecilia y Juan, que previamente ya estaban trabajando en Japón. Las condiciones de seguridad en Lima para dos mujeres solas y la nostalgia, hicieron que se decidan a vivir nuevamente en familia, pese a que ya no estaba presente su padre, fallecido una década antes. Un año para probar y ver cómo es vivir en Japón, se dijeron. Pasaron ya doce y han decidido quedarse.
“Al comienzo es difícil acostumbrarse, pero luego vi que las condiciones en Japón, para gente con discapacidad severa, como es mi caso, no son comparables con lo que viví en el Perú. Por ejemplo, allá ninguna compañía de seguros me vendería una póliza de asistencia médica, así tenga el dinero; no están obligados a vender seguros a gente con discapacidad congénita, porque obviamente generaría mayor gasto de atención. Ya te imaginarás si me ocurre algo, la millonada que tendría que pagar. Aquí, en cambio, existe todo tipo de atenciones y auxilio para personas con discapacidad. Llegué y me inscribieron en el seguro de salud sin ningún problema ni preguntas. No lo podía creer”, dice. Es la razón por la que ha decidido hacer su vida en Japón.
Angie padece de “síndrome de Hoffman”, una enfermedad congénita neuromuscular poco frecuente que se caracteriza por la atrofia y debilidad muscular progresiva que limita las funciones esenciales. Se lo diagnosticaron al año de nacida, al notar que no podía levantar la cabeza ni sentarse. Decían que las personas que tenían esta enfermedad vivían a lo mucho 10 o 12 años. Cumplirá 42 en mayo próximo. Asistía a terapias de niña, pero la agotaban tanto que se la pasaba durmiendo muchas horas. “Mi padre, químico farmacéutico de profesión, optó por no llevarme a la terapia, porque no veía resultados, ante la desesperación de los médicos. Él quería que yo socialice con otros niños, que juegue. Allí cambiaron las cosas en casa: no se fijaban en qué me pasaba, sino en lo que quería hacer”.
De chica solo sabía que no podía caminar pero, salvo ello, siempre trató de vivir normalmente. “Estudié diseño gráfico, salía con los amigos, iba a discotecas. Cuando me agoto o me siento mal, dormir me hace mucho bien y me levanto como nueva. En esos días que me siento bien procuro hacer todo lo que tengo pendiente, incluso trabajando de madrugada, ya me acostumbré a ello”, relata.

Angie, junto a su madre, Liria y su hermano Juan
Angie, junto a su madre, Liria y su hermano Juan

SIN DRAMAS, SIN EXCUSAS

Angie está acostumbrada a llevar adelante sus propios proyectos. “Siempre he sido capaz de trabajar mis ideas, de generar proyectos propios. Como en Perú me era difícil trabajar por la cuestión de la movilidad, trabajaba en casa para hacer mis diseños. Era la época en que no había internet y los clientes debían ir a mi casa o me gastaba fortunas llamándolos por teléfono. Cuando llegué a Japón, a los dos o tres meses, como no soy de salir porque me resulta agotador, me aburría. El Facebook era una fiebre y por allí me comunicaba con mis amigos en Perú, que me pedían que les compre y enviase cosas desde Nihon. Al poco tiempo ya le estaba vendiendo a gente que ni conocía”, cuenta.
Sus estudios profesionales le permitieron tener nociones de marketing, las que aplicó para iniciarse en las ventas por internet. Aprendió a diseñar también páginas web y, pese a no saber el idioma, la dinámica de los portales de venta en Japón. “Fue cuando con mi hermano vimos la posibilidad de traer cosas del Perú para ofrecerlas aquí por internet”. Crearían una tienda virtual para venderlas.
“Tomamos contacto con un funcionario de Rakuten para ver la forma cómo podríamos iniciarnos en el comercio electrónico y, al enterarse que éramos peruanos, nos preguntó por qué no traíamos ekekos para vender en Japón, y así se inició todo”. Hace algunos años un programa de televisión de viajes que fue al Perú dio a conocer al ekeko, ese muñeco tradicional utilizado para atraer la fortuna. Fue todo un “boom”, al extremo de convertirse en la palabra más requerida en el buscador Yahoo! por esos días.
Al cabo de casi una década, Teruya Import comercializa sus productos en dos portales de venta. Hoy no son solo ekekos, sino también ropa, accesorios y hasta congelados. Alquila un almacén, tiene dos empleados y proveedores del Perú, China, India y Japón. Es el medio de vida de la emprendedora Angie.
“Ver lo de las tiendas es muy agotador y hemos decidido cerrar una. Con esto de la pandemia han bajado las ventas. Como soy muy estudiosa de cosas que tengan que ver con el internet, publicidad por web y diseño, y gestión de redes, voy a dedicarme también a trabajar en este sector”, comenta.
Tiene como tarea pendiente también aprender más japonés, algo que no ha podido hacer a plenitud hasta el momento.
“Mi papá me enseñó muchas cosas, pero sobre todo que no debo usar mi discapacidad como excusa para dejar de hacer lo que quiero o para sacar ventajas; ni mucho menos emplearla para manipular a la gente haciéndome la vulnerable. Me inculcó que solo yo soy responsable de mis decisiones y también de los resultados de ellas”, comentó.

 

“MI SILLA Y YO EN JAPÓN”

Desde su casa en la ciudad de Shimizu, Shizuoka, graba semanalmente las ediciones de su espacio en YouTube, el vídeo-blog “Mi silla y yo en Japón”, un programa que ya tiene dos años en el que desarrolla temas sobre la vida en Japón para personas discapacitadas e información de interés general para los extranjeros residentes en el país. Se encarga de todos los procesos de producción del “vlog”, desde el acopio de temas y guiones, hasta la siempre trabajosa edición. Pueden verlo en este enlace: https://www.youtube.com/channel/UCEpeJJrUFwQZeqWpF2FHeog
Angie, con muy buen talante y chispa humorística también, orienta, de acuerdo a su experiencia, sobre lo que significa tener discapacidad y vivir en un país como el Japón. Su audiencia no solo se limita a las personas que residen aquí, sino que tiene muchos seguidores también en varios países latinoamericanos y hasta ha dado una entrevista para un programa de un canal de televisión peruano que se dedica a tocar estos temas.
“Pienso que en Japón hay la intención de querer ser un lugar accesible para quienes sufrimos algún tipo de discapacidad, no solo en infraestructura, sino en otras facetas de la vida social. Por ejemplo, tomar el transporte público para movilizarte sin problemas es un sueño en el Perú. Pero me parece también que todas estas facilidades de infraestructura y apoyo financiero, podrían canalizarse también para permitir, en quienes puedan hacerlo, estudiar una carrera profesional, capacitarlos para un trabajo, independizarse, etc. Cuando llegué creí que iba a encontrar gente discapacitada trabajando en la municipalidad o en un banco. Otra cosa que me causa mucha extrañeza también es que los servicios de taxi adaptados para pasajeros discapacitados solo funcionan hasta las cinco de la tarde, no entiendo la razón. ¿Y si lo necesito a partir de esa hora?”, opinó.

COLLAGE

 

¿Japón, país inclusivo?
SIN BARRERAS

 Según un estudio realizado por el Banco Mundial dado a conocer en abril del año pasado, unos mil millones de personas -el 15% de la población mundial- experimentan algún tipo de discapacidad. Entre 110 millones y 190 millones de personas, o sea la quinta parte del total de habitantes en el mundo, tienen discapacidad considerable de algún tipo. Del total, la prevalencia de discapacidad es mayor en los países en desarrollo.
 En Japón, una investigación del Ministerio de Sanidad, Trabajo y Bienestar hecha en el 2018, determinaba que 9 millones 360 mil personas fueron consideradas como discapacitadas, lo que representaba alrededor de 7,4% de la ciudadanía. El número se había incrementado en casi millón y medio de personas, con respecto a una estimación anterior, en el 2013.
 Otra pesquisa referida a las condiciones de vida de estas personas, llevada a cabo entre el 2014 y 2016, reveló que había un total de 4 millones 360 mil personas con discapacidad física, un millón 82 mil con discapacidad intelectual y alrededor de 3 millones 924 mil personas con algún tipo de discapacidad mental.
 Hace seis años Japón se convirtió con cierto retraso en la nación número 140 en ratificar la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, puesta en vigor en el año 2008. El documento prohibía la discriminación en todos sus términos a las personas discapacitadas y proponía la adecuación de infraestructura y servicios para garantizar a las personas con discapacidad el disfrute o el ejercicio en igualdad de condiciones con los demás de todos los derechos humanos y libertades fundamentales.

LLEGAN LOS CAMBIOS
 Y aunque desde el 2006, tras entrar en vigor la Ley para la Promoción de una Mejor Movilidad para las Personas Mayores y con Discapacidad en Japón, ya se venían ejecutando estas iniciativas, desde la ratificación del compromiso internacional el país intensificó la modificación de una serie de normas para convertirse cada vez más en un país inclusivo para este sector de la sociedad. La proximidad de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos, así como el incremento de turistas en las épocas anteriores a la pandemia, incrementaron y aceleraron todos estos cambios.
 Cada vez notamos en más aceras y dentro de dependencias públicas la presencia de pavimento podotáctil, para guiar a las personas con dificultades de visión en sus movilizaciones (ver foto). 
Conocidos como tenji burokku, fueron inventados en Japón en 1967 e instalados por primera vez en las calles de la prefectura de Okayama. Hoy se multiplican por las calles de muchas ciudades del mundo. De la misma forma, es natural encontrar en cualquier edificio, centros comerciales, supermercados y vehículos de transporte público facilidades para personas en sillas de rueda.
 Los cambios adoptados incluyeron también la presencia de intérpretes de lenguaje de señas en conferencias locales, agregar comentarios de audio a programas de televisión y películas, e instalar rampas en las entradas a los grandes almacenes y restaurantes. No hacer tales adaptaciones se considera discriminación, según la convención. 
Tenji block (2) copia
 Paulatinamente Japón, en términos de inclusión, viene logrando situarse al nivel de lugares en el mundo que son conocidos como más accesibles para las personas con este tipo de problemas, tales como los de la región europea -muchas ciudades de Alemania, Italia e Inglaterra-, Singapur en Asia o Australia.

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