Entrevista al profesor Munetaka Ganaha 50 AÑOS DE LA DEVOLUCIÓN DE OKINAWA

POR: EDUARDO AZATO S. / Ed.218 MAYO-MAYO 2022

Las protestas masivas contra la presencia de las bases y los delitos perpetrados por algunos militares han sido una constante. 

El próximo 15 de mayo se cumplen cinco décadas desde que Estados Unidos devolvió al Japón la prefectura de Okinawa, tras 27 años de tenerla bajo control, luego de ganar la guerra. Conversamos con el profesor Munetaka Ganaha, un investigador de la cultura del Ryu Kyu, sobre el tema y la actualidad de Okinawa.

El año de 1952 puso fin a la ocupación del Japón por parte de las fuerzas militares estadounidenses, devolviéndole su autonomía como nación, tras tener el archipiélago bajo su control desde 1945, cuando terminó la guerra. El retiro de la administración norteamericana, sin embargo, no ocurrió en Okinawa, cuya población debió esperar otros 20 largos y tortuosos años de problemática convivencia bajo la influencia norteamericana para que ello ocurra, en mayo de 1972.
Fue allí, en Okinawa, que tuvo lugar la única batalla en territorio japonés, una campaña bélica que duró tres meses y en la que la población se vio atrapada en medio del fuego de ambos bandos. Más de 200 mil personas, la mayoría de ellos civiles, perdieron la vida por causa directa o indirecta de los enfrentamientos. Muchas de ellas, en suicidios masivos que fueron inducidos por la propia milicia local, en uno de los episodios más tristes e indignantes de la guerra.
Estados Unidos llegó a instalar en Okinawa las dos terceras partes de su infraestructura bélica en Japón, las que, por su extensión, representaban casi el 20% de la isla. De esas bases partieron sus soldados a las guerras de Corea y Vietnam.
Desde que se inició la ocupación, la presencia de los militares americanos resultó problemática para los okinawenses. Sus pobladores fueron obligados a brindar sus tierras para construir instalaciones militares en desmedro de su economía doméstica, mientras que no fueron pocas las oportunidades en las que los militares salieron impunes en casos delictivos y de violencia sexual. El peligro es constante en las inmediaciones de las bases con casos de aviones o partes de ellos cayendo sobre barrios residenciales, sin contar la contaminación auditiva y daños ecológicos. En síntesis, una situación tensa que se prolonga aún hasta nuestros días.

Entrevisté al profesor Pedro Munetaka Ganaha, un académico peruano, nieto de okinawenses, que desde hace un par de años es profesor visitante de la Universidad de Meio de Okinawa y realiza investigaciones sobre la Diáspora de Okinawenses en el Extranjero. Es un especialista en temas de cultura e historia del antiguo reino del Ryu Kyu. Años atrás editó un diccionario español – uchinaguchi, que es el idioma okinawense, hoy casi en proceso de extinción.
Ganaha, hoy jubilado, ingeniero de profesión, tiene además maestrías en las universidades de Kyoto y Stanford y enseñó también en las universidades La Católica, San Ignacio de Loyola y de Trujillo, siendo además consultor en proyectos de asistencia de la embajada japonesa en el Perú.

Profesor Pedro Munetaka Ganaha

*¿Por qué tardó 20 años la devolución de Okinawa, teniendo en cuenta que en 1952 Estados Unidos entregó la administración del país a los nuevos líderes japoneses?
Desde antes de la Segunda Guerra Mundial los Estados Unidos ya tenía pretensiones de proyectar su poder al Asia. De esa manera, anexó Hawai a su territorio, posteriormente invadió Filipinas y se quedó con las Islas Marianas. De otro lado, veía con preocupación la influencia del comunismo en China y el peligro del expansionismo militar de los japoneses. Tras derrotar a Japón en la Guerra del Pacífico, vieron importante tener bajo su control una de las islas que les permita vigilar el continente asiático; Okinawa o Formosa (hoy Taiwán), que también era del Japón. Se decidió que fuese Okinawa por su posición estratégica: una isla grande y un enclave que tenía muy cerca a muchos países del continente. Luego llegó la época de la Guerra Fría, y la participación americana en los conflictos en Corea y Vietnam. Tener un lugar controlado para construir bases y mover sus tropas, sin depender de gestiones administrativas y permisos de un país soberano como era Japón desde el 52, era mucho más factible. Por eso es que Okinawa fue devuelta solo en el año 1972.

La avenida más conocida de Naha, la Kokusai Doori, en una foto de 1972. Una pancarta anuncia el retorno de Okinawa al Japón el 15 de mayo

*¿Cuánto cambiaron las cosas para Okinawa, de 1972 hasta nuestros días?
Viviendo en Okinawa uno se da cuenta la forma cómo el gobierno japonés le da un trato discriminatorio a su población. Hay muchas desigualdades, comparado a otras prefecturas. En educación, por ejemplo, el nivel es bajo. Vivo en Nago, que es una de las ciudades más pobladas de la prefectura, con 60 mil habitantes. Mis colegas en la Universidad de Meio, que queda allí, viven por Naha y diariamente manejan una hora por autopistas expresas, veinte días al mes, pagando más de mil yenes por peaje que no se les reembolsa. La razón es que en Nago no hay buenas escuelas para educar a sus hijos. No hay escuelas de calidad ni siquiera en Naha, la capital. No sorprende entonces que Okinawa sea la prefectura que tiene el menor índice de jóvenes que van a la universidad, solo un 35% de alumnos que completa la secundaria lo consigue. El salario medio en Okinawa está entre los más bajos de todo el país. En una familia, ambos padres deben trabajar mucho, horas extras y adicionales, para mantener la economía familiar, de lo contrario no les alcanza. Es de las prefecturas japonesas con mayor índice de desempleo. Hay estadísticas que refieren que la mitad de los graduados universitarios abandonan sus empleos en el primer año, y el otro 50%, al tercer año. No es como el resto del país, donde se quedan de por vida en sus trabajos. Ello debido a que no existen empresas ni industrias grandes, la mayoría son firmas dedicadas a servicios. La gente no dura mucho tiempo en sus trabajos. El gobierno tiene que otorgar más presupuesto para elevar el nivel educativo de los niños y jóvenes, así como crear mejores condiciones de trabajo para la población. El comercio y servicios viven del turismo, y en estos dos últimos años de pandemia, muchos negocios han quebrado. De los 10 millones de turistas que se recibían, el año pasado solo vino a Okinawa un millón, todos residentes en Japón. El cierre del país para el turismo del extranjero está perjudicando a la prefectura. Antes de la crisis, los cruceros traían 5 mil turistas chinos cada 10 días, desde hace dos años no entra ninguno. La avenida Kokusai Doori, la de mayor movimiento comercial de Naha da pena, con muchas tiendas cerradas.

*La presencia de miles de militares americanos y sus familias durante tantos años de ocupación debe haber sido muy importante para la economía local. ¿Cuánto de la actividad de la isla está directamente relacionada con las bases?
Cuando Okinawa regresó al Japón, un 15% de su economía dependía de los Estados Unidos. En la actualidad, este porcentaje, relacionado directamente a la presencia de las bases en la prefectura, ha descendido al 5%. Pero hay otros aspectos. Okinawa está reclamando la devolución de terrenos que antes ocupaban las bases. Es una situación difícil: mientras que la población se hacina en las ciudades, viviendo en lugares pequeños, dentro de las bases hay mucho espacio. Ellos ocupan las mejores tierras, dejando para los residentes los bordes y las montañas. Hay terrenos que servían para instalaciones militares que han sido devueltos a sus propietarios o sus descendientes, y hoy su precio ha aumentado increíblemente, proporcionando utilidades en hasta treinta veces. Es otro motivo para que Okinawa reclame la recuperación de terrenos, algo bastante difícil porque no hay perspectivas de mover las bases, menos en la coyuntura actual, con el fortalecimiento de China, que tiene disputas territoriales no solo con Japón, sino también con Taiwán, Filipinas y Vietnam. Creo que si China quisiera expandirse por esta parte del Pacífico, el primer lugar a atacar sería el Japón, porque aquí están las bases.

*Milicia norteamericana y población okinawense han convivido en circunstancias antagónicas desde que terminó la guerra, mucho más allá de los días de la ocupación. ¿La visión sobre este problema que tienen hoy los okinawenses de las generaciones más jóvenes, es la misma que la de sus abuelos y padres?
En los 60 hubo mucha actividad de protesta por los abusos de los militares. En una oportunidad llegaron a quemarse decenas de carros durante protestas callejeras violentas que duraron varias horas y que tuvieron lugar en el barrio de Koza, un barrio de diversión nocturna. Muchos eran jóvenes en sus 20 años, niños durante la guerra, que han visto todo el sufrimiento de sus padres y las injusticias que se cometían con los okinawenses, testigos del sacrificio de sus familias, una generación trabajadora y orgullosa. Había consciencia sobre ello. Los jóvenes de ahora no vivieron esos años difíciles y cuestiones de tipo tradicional o histórico les son desconocidos. El “uchinaguchi”, el idioma original de Okinawa, está perdiéndose, no hay interés por su propia cultura, no sienten ese apego a su tierra.

Memorial de la Paz con los nombres de todas las víctimas, civiles y militares de ambos bandos, que fallecieron durante los tres meses que duró la Batalla de Okinawa. Más de 200 mil personas habrían fallecido.

*¿Cuál es su reflexión en torno a este nuevo aniversario de la devolución de Okinawa?
Pienso que es importante que los medios de comunicación den a conocer la problemática situación que se vive en Okinawa. Es cierto que la población no quiere la actividad de las bases y todos los problemas que conlleva su presencia, pero de acuerdo a la actual coyuntura creo difícil que ello ocurra. Más bien el principal problema es ahora la crisis económica, profundizada en estos dos últimos años por la pandemia.


Pasaporte, “B-yen”, vehículos por la derecha…
VIVIR BAJO LA OCUPACIÓN

Durante la década de los 50 y 60, no era raro que algunas familias que emigraron a Sudamérica, enviaran a alguno de sus hijos a estudiar en Japón. Fue el caso de Emilio Kazuo Shimabukuro, un peruano que vivió algunos años en la Okinawa ocupada por el ejército estadounidense y hoy reside con su numerosa familia en Kanagawa.
Don Kazuo, hoy con 76 años, residió en la prefectura entre los años 1959 y 1962, llegando a estudiar el último año de la secundaria básica y hasta el segundo de superior (koukou). “Tenía entonces 13 años y, según me dicen, era muy movido, por lo que mi padre, en un viaje que tenía que hacer para ver unas cosas familiares en Okinawa, resolvió que lo acompañe y me quedé a vivir allá por algún tiempo. En Lima se quedaron mi madre y otros siete hermanos”, rememora.

La familia Shimabukuro en pleno. Residen en Kanagawa.

Había pasado casi década y media desde que acabó la guerra y Japón, a excepción de su prefectura más sureña, ya había recuperado su autonomía desde 1952. Ello no incluía a Okinawa, que aún era territorio administrado por Estados Unidos y, por efectos de tres meses de enfrentamientos durante la guerra, quedó en la más completa destrucción.
“Mi primera impresión fue de encontrarme en un lugar donde no había nada y muchas edificaciones estaban construyéndose. Viví en la ciudad de Ginowan, en donde estaba la base de Futenma, una de las más grandes. Eran pocas las calles asfaltadas y los carros transitaban por caminos de tierra. Era común ver a los militares por todas partes”, recuerda.
Estados Unidos, a través de su Órgano de Administración Civil de las Islas Ryu Kyu -que fue el nombre oficial de la entidad que tuvo el control de Okinawa entre 1945 a 1972- introdujo una serie de cambios a la rutina de la prefectura. Hubo muchos lugares que permanecían cercados bajo control militar y en los que fue indispensable presentar documentos de identificación para circular. También era el único lugar del Japón en donde el tráfico vehicular se realizaba por el lado derecho, mientras que existía una unidad de moneda especial en ocho diferentes valores, denominada popularmente “B-yen” para las transacciones comerciales.
“Para viajar a otras partes del Japón teníamos una especie de pasaporte que debía también incluir un registro de vacunación contra el cólera para poder salir de la isla. En esos años que estuve en Okinawa llegué a olvidar el español porque no tenía con quien hablarlo y recuerdo que había muchas familias muy pobres; compañeros de estudios que en la hora de almuerzo solo traían para comer arroz y un umeboshi (un encurtido de ciruela japonesa)”, comenta.
“Recuerdo también haber ingresado a alguna base, ya que en fechas específicas las abrían para que la población participe en eventos. Pero en esos años ya había marchas de protesta en contra de la presencia de los americanos, por los problemas que se suscitaban con los pobladores”, concluye.

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