POR: EDUARDO AZATO SHIMABUKURO / FOTOS: Web de Shirakawamura, Asoc. Turismo de Shirakawago, Eduardo Azato S. / ED.234 JUL-AGO-SEP 2025
Enclavado en los Alpes Japoneses, en la prefectura de Gifu, Shirakawago es un atractivo lugar para volver al pasado.
En el Japón de estos días, que es visitado por récord de turistas extranjeros, son pocos los lugares en los que todavía es posible pasear y recorrer sus atractivos sin adentrarse en tumultos, alejándonos de las cosmopolitas Tokio, Yokohama y Osaka.
Es el caso de la aldea Shirakawago Ogimachi, ubicada en las montañas de la prefectura de Gifu, región de Chubu, que fue declarada junto a la vecina villa de Gokayama, hace 30 años exactamente, como Patrimonio Histórico de la Humanidad por la UNESCO.
Según los últimos datos poblacionales, en el municipio de Shirakawamachi se encuentran registradas 1500 personas, aunque se cree que no son pocas las que desarrollan sus actividades lejos del pueblo, que vive principalmente de la actividad turística con decenas de miles de visitantes locales y extranjeros durante el año.
Localizado a hora y media de bus desde Kanazawa (prefectura de Ishikawa) y la ciudad de Toyama (prefectura del mismo nombre), y a tres horas de Nagoya, el lugar está en el extremo norte de Gifu y es famoso por sus pintorescas casitas que dotan al paisaje montañoso de un panorama espectacular en todas las estaciones del año y porque sus pobladores intentan continuar con tradiciones de más de tres siglos en estos tiempos en los que Japón es sinónimo de modernidad.
Las mundialmente conocidas viviendas exhiben tejados triangulares de paja construidos en el estilo “gasshou-zukuri” -que asemejan dos manos juntas en posición de rezo- que son resistentes a las lluvias y el gran volumen de nieve que suele producirse en la época invernal en la región.
PRESERVANDO LA HISTORIA Y TRADICIÓN
El pueblo como tal fue fundado a fines del siglo 19, luego de las transformaciones geopolíticas iniciadas durante la era Meiji.
Aislados en las montañas y obligados a hacer frente a las duras condiciones que le ofrecían la dureza del tiempo en el invierno y una región boscosa que hacía difícil las labores de agricultura, los pobladores de Shirakawago debieron apelar a su creatividad y autosuficiencia para subsistir.

Desarrollaron una técnica arquitectónica para diseñar sus viviendas de acuerdo a sus necesidades y los requerimientos climáticos, adecuando la forma de ellas con la rutina diaria. Lo primero que destaca son sus techos de inclinación muy pronunciada, revestidos de un tipo de hierba seca (kaya) capaz de contener el peso de la nieve y no permitir el ingreso de la lluvia. Las construcciones se orientaban teniendo en cuenta la dirección del viento en esa región y regulando la cantidad de luz solar sobre los techos, a fin de mantenerlos frescos en el verano y cálidos en el invierno.
El tejado permite crear un ambiente en la parte alta de la casa, similar al de un desván o altillo, que era usado para desarrollar la crianza de gusanos de seda, dado que la sericultura (la técnica para elaborar la seda) era una actividad económica popular.
En la actualidad, esta suerte de ático sirve como depósito o, en las casas museos existentes en la villa, para exhibir herramientas que eran utilizadas por los antiguos pobladores para elaborar las soguillas utilizadas para construir los tejados, o los instrumentos que usaban en la cría de los gusanos de seda.
Las viviendas deben cambiar la hierba de los tejados cada 20 años, tarea no solo onerosa en lo económico (entre 10 y 30 millones de yenes), sino en lo referente a mano de obra. “Yui” es la palabra que en Shirakawago ha permitido que a través de los años las tradiciones se mantengan, algo así como la tradición de la “minka” en los antiguos peruanos: el trabajo colectivo voluntario y recíproco.
Ese espíritu del “yui” hace posible que los pobladores se unan para hacer grande la comunidad y ayudarse entre sí. Cuando llega el momento de cambiar el tejado de alguna vivienda de la aldea, participan hasta 200 personas para realizar la tarea, que demora alrededor de un mes.

Se cree que las edificaciones comenzaron a construirse desde hace 300 años, pero que el número de casas fue disminuyendo en la década de 1940 debido a la construcción de represas en la cuenca del río Shogawa, lo que provocó la inundación de varias aldeas vecinas, con lo que muchos pobladores decidieron emigrar, abandonando o vendiendo sus viviendas.
El número de casas estilo “gasshou” era de unas 300 en 1924 (era Taisho) y se redujo a 190 en 1961 (era Showa).
Los pobladores, preocupados, iniciaron en los 70 un movimiento para evitar que las casas de este estilo desaparezcan y fundaron una asociación para la protección del entorno, estableciendo tres principios: no vender, ni alquilar y no destruir los recursos locales, con lo que iniciaron las actividades de preservación.
En 1995 obtuvo el reconocimiento de la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad y dos años después se creó una fundación que vela por la aldea, con lo que se siguen implementando medidas administrativas de conservación basadas en la Ley de Protección de Bienes Culturales con apoyo del gobierno.
QUÉ VER Y HACER EN SHIRAKAWAGO
Por su cercanía y porque conocer rápidamente Shirakawago (sin pernoctar) toma como máximo tres horas, visitar esta aldea puede ser un gran complemento para un viaje por la región de Hokuriku (Ishikawa, Toyama, Fukui y Niigata).
El trayecto en bus hasta allí ofrece vistas impresionantes, sobre todo en el invierno. El pueblo es pequeño y se puede recorrer a pie de punta a punta, con tiempo para un rápido almuerzo de comida típica de montaña.
Recomiendo probar un “teishoku” de carne Hida -un tipo de res “wagyu”- en salsa de hoba miso con hongos “shiitake” y cebolla, grellado sobre hojas de magnolia, con complementos de fideos “soba” local, encurtidos y pescado “ayu”en salsa agridulce.

Para quienes aprecien los licores regionales, Shirakawago produce una bebida de arroz elaborada de forma doméstica que se remonta a siglos atrás. El “doburoku”, históricamente, es un vino de arroz que fue la bebida preferida por la clase trabajadora y humilde del Japón, que la consumía y brindaba como ofrenda a los dioses para pedirles por una buena cosecha, dado que el sake era asequible solo para la élite.
En realidad, es un licor de arroz sin filtrar y de sabor muy intenso y textura espesa que lo hace único, pero que hasta la década del 90 fue declarado ilegal, dado que su elaboración casera llevaba también a incumplir normas de conservación impuestas por las leyes de licencias de producción de bebidas alcohólicas. El gobierno prohibió su elaboración en 1899 porque creía que perjudicaría la industria del sake y en la actualidad solo es permitida su producción en algunos lugares, como Shirakawago, que inclusive tiene un Festival del Doburoku en el mes de setiembre.
En el pueblo debe visitarse el Museo Gasshou-zukuri Minkaen (que detalla la técnica arquitectónica que se usan en las viviendas y muestra el estilo de vida local), el templo Hongakuji famoso por ser locación de un manga famoso -“Higurashino nakukoro”- y el templo budista Myozenji que tiene unos bonitos jardines y se distingue por su tejado de paja, algo inusual en estos recintos.
También está el santuario shintoista Hachimangu fundado en el siglo VIII, o cruzar por el puente colgante de Deai, cerca a uno de los locales de ingreso a la villa, o visitar una de las casas familiares que están abiertas al público (Wada, Nagase y Kanda) en las que se tendrá oportunidad de ver estas construcciones por dentro.
Finalmente, para tomarse esa foto del recuerdo con el fondo de la aldea al fondo, será obligatoria una visita al mirador Shiroyama, sea en bus o andando.