A VIDA A TRAVÉS DE UNA PANTALLA

POR MARIO CASTRO GANOZA / Ed.217 MARZO-ABRIL 2022

Imagen: Pixabay

La virtualidad ha llegado para quedarse, incluso en países como Japón donde la presencialidad es parte integral de la cultura

Uno de los efectos más notorios de la pandemia ha sido convertir la digitalización, la virtualidad y el trabajo remoto en algo común,  corriente y cotidiano. Incluso para un país como Japón, tan reacio a realizar las cosas a larga distancia y tan apegado a la presencialidad y al “cara a cara” a la hora de realizar negocios, trabajar y en general, en todos los aspectos de la vida diaria.

La digitalización no es algo nuevo para muchos países del planeta, sobre todo para aquellos como Japón que ya contaban desde hace mucho con robustos sistemas de internet y transmisión digital, sin embargo, era un proceso que se venía implementando lentamente desde el año 2000 cuando se anunció con bombos y platillos, que la humanidad ingresaba al nuevo siglo de la mano de la globalización, gracias al avance de la digitalización y automatización de todo tipo de actividades, sistemas de producción y comunicación.

Una digitalización que en la realidad avanzaba a paso de tortuga tanto a nivel público como privado, y que un virus impuso de la noche a la mañana a punta de cuarentenas, confinamientos, olas de contagios, miedo y cientos de miles de vidas. Una virtualidad que definitivamente ha llegado para quedarse, porque ha logrado transportar a la pantalla de un celular, de una tablet o de la computadora, todo tipo de actividades.

Con el obligatorio cambio ya instalado, a la humanidad no le ha quedado más que adaptarse, un proceso que no avanza de la misma forma ni a la misma velocidad en todos los países, pero que definitivamente avanza. Y así lo demuestran las cifras.

Durante el 2020, el año que inició la pandemia, la descarga y uso de aplicaciones de redes sociales aumentó entre un 22% y un 70% dependiendo del país donde se realizara la medición y de la red social, dentro de las cuales  Instagram, Facebook, Twitter y WhatsApp fueron las preferidas. En cuanto al uso de internet a nivel mundial, el aumento promedio fue de 50% con picos como el caso de Italia, donde la cifra trepó hasta el 70%. Y estos números no han dejado de crecer en los dos años de pandemia.

En los que respecta a la región de América Latina y el Caribe, el uso de teléfonos inteligentes aumentó un 45%, mientras que la internet instalada en casa se disparó en un 46%. 

Según los analistas, si se han registrado estas cifras a nivel mundial es más que nada debido al ingreso a la virtualidad, de personas de mediana y avanzada edad y no simplemente de jóvenes, la gran mayoría de los cuales ya estaban conectados de alguna forma a internet y las redes sociales.

Ventas, clases, funerales y más…

En lo que respecta a Japón, además de clases virtuales, teletrabajo y un  eficiente servicio de ventas en online encabezado por los gigantes  Amazon y Rakuten, se han desarrollado todo tipo de servicios los cuales van desde bodas hasta funerales pasando por ferias comerciales, conciertos musicales o de obras de teatro, presentación de productos, consultas médicas e incluso, emparejamientos sentimentales muchos de los cuales han terminado en el altar.

Poco después de iniciarse la pandemia y en vista de la cuarentena en casa solicitada por el gobierno a la ciudadania, varias empresas funerarias del archipiélago decidieron ofrecer sus servicios de manera virtual, en algunos casos por iniciativa propia y en otros casos debido a las preguntas de sus clientes, los cuales los llamaban para indagar sobre alternativas  para llevar a cabo el sepelio de la forma más tradicional posible, pero respetando el distanciamiento social solicitado por las autoridades.

Sin embargo, lo que comenzó como una medida ante la pandemia ha continuado hasta la fecha por diferentes motivos entre los cuales, uno de los principales es la imposibilidad de muchas personas mayores y con problemas de movilidad, de viajar hasta otra prefectura para el funeral de un familiar o amigo cercano. Un problema que enfrenta una buena proporción de la población en un país donde el 29% de sus habitantes sobrepasa los 65 años de edad.

Del mismo modo, este servicio ha comenzado a ser utilizado por personas que sospechan estar contagiadas y que deben auto aislarse en casa, o por familiares del difunto radicados en el extranjero que no pueden regresar a Japón para las exequias o que en caso de poder hacerlo, deben enfrentar la cuarentena de 14 días impuesta por las autoridades a todos aquellos que llegan al archipiélago provenientes del exterior.

El formato más utilizado para este servicio, es que la funeraria organice  la ceremonia tradicional a la que acuden un máximo de 10 personas, y a la vez maneje la transmisión de la misma utilizando las plataformas Line o Zoom, esta última con capacidad para conectar un máximo de mil dispositivos. La grabación de las honras fúnebres se hace con teléfonos inteligentes y tabletas para que el proceso sea lo más discreto posible, y si alguien no alcanza a conectarse en tiempo real, puede luego visualizar la ceremonia en un canal de Youtube de acceso privado.

Melead Corp., una empresa asentada en Maebashi, prefectura de Gunma, ha ido incluso un poco más allá en el servicio de “funeral inteligente” que ofrece, ha implementado un código QR en cada transmisión funeraria a través del cual, los asistentes virtuales pueden enviar dinero a los familiares del difunto.

Por su parte, Nishida Sougisha al igual que Life Ending Technologies Co., empresas asentadas en Nagoya y Tokio respectivamente, ofrecen no solo funerales sino también servicios conmemorativos budistas donde se puede ver a monjes recitando sutras o dando sermones para conmemorar  los 49 días de la partida del difunto.

Otro rubro que ha funcionado bastante bien en la virtualidad ha sido los emparejamientos con fines matrimoniales. Tan buenos resultados ha dado el sistema que incluso ahora que la normalidad ha regresado en cierta medida gracias a la disminución de contagios y la vacunación masiva, muchas empresas del rubro decidieron mantener el sistema de organizar un primer encuentro de manera virtual entre los interesados y si la pareja se gusta, pasar recién a una reunión presencial.

La razón para adoptar este sistema es bastante sencilla de explicar y se encuentra respaldada por las estadísticas: los emparejamientos en línea han dado mejor resultado, al menos en su primera etapa, que los emparejamientos presenciales que se organizaban antes de la pandemia. 

La experiencia indica que en una primera reunión presencial los interesados se fijan mucho en la actitud, el comportamiento e incluso la apariencia de la otra persona, mientras que en una reunión virtual el punto fuerte es la conversación, las afinidades y puntos en común, lo cual de por sí desarrolla un lazo entre la pareja que solo en la siguiente cita se ve reforzado por la actitud y el comportamiento del otro.

Y siempre en el rubro de los emparejamientos con intenciones matrimoniales, no son pocas las empresas organizadoras de eventos y ceremonias que ahora incluyen dentro de su menú, la transmisión en vivo de la ceremonia nupcial, de esta forma la pareja solo deberá invitar a la boda presencial a los familiares y amigos más cercanos lo cual no solo evita contagios sino también gastos a la pareja, que en lugar de cubrir los costos de una ceremonia y recepción para 50 ó 100 personas, deberá  hacerlo para 10 ó máximo 20 personas. 

Además de todo lo mencionado, cada vez es más común ver en redes sociales e incluso en medios formales de comunicación, el anuncio de conciertos musicales on-line donde desde un estudio de grabación, desde casa o desde un escenario real pero con el teatro completamente vació, un artista ofrece un concierto que es transmitido en vivo por diferentes plataformas previo pago del “boleto” de ingreso. Esta virtualidad, aunque priva al artista del aplauso real del público tiene sus beneficios, porque le permite a un cantante por ejemplo, organizar eventos a muy bajo costo que pueden fácilmente llegar a 10 ó 15 mil personas, una cantidad de público tres o cuatro veces superior al aforo de cualquier teatro.

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