POR: MARIO CASTRO GANOZA / Ed.223 MAYO-JUNIO 2023
Una de las principales supersticiones de los japoneses
Tesou es como se conoce en japonés al arte de la quiromancia, o lo que es lo mismo, a la lectura de la palma de la mano con la intención de conocer el futuro.
Pero mientras en nuestros países muchas veces la quiromancia no pasa de ser una simple superstición, en este archipiélago se toma muy en serio y es bastante solicitada, al punto que no es extraño ver locales como los de la foto, ubicados en grandes almacenes o complejos comerciales, donde los interesados pueden consultar su suerte.
En Japón, el arte y las diversas formas de adivinación ( Uranai ) se encuentra muy vinculado a las tradiciones locales, así como a la religión budista y sintoísta. Esta conexión es fácil de entender si se toma en cuenta que a pesar de su avance tecnológico, Japón sigue siendo una sociedad de tradiciones agrícolas y rurales en las que el culto a la tierra y los elementos así como la magia y la superstición, se encuentran muy presentes.
Supersticiones que se puede observar en todos los niveles de la vida diaria y las costumbres de los japoneses que por ejemplo, usan amuletos para todo tipo de deseos y necesidades; colocan graciosos gatos como el maneki neko en los negocios con la finalidad de atraer el dinero; ponen sal en la entrada de restaurantes y locales para impedir el ingreso de los malos espíritus; y jamás utilizan determinados números en edificios, estacionamientos o elevadores porque representan mala suerte o muerte.
Dentro de todo este universo de magia y superstición, la quiromancia es una de las categorías más importantes. Por definición, la quiromancia es el milenario arte de leer el destino en la forma, profundidad y extensión de las líneas de la mano. A pesar de que en Occidente muchas veces se le considera como una práctica banal debido a la forma como ha sido presentada en el cine y la televisión, lo cierto es que en Japón, China o Corea entre otros varios países ubicados en Asia, la quiromancia goza de credibilidad entre los habitantes, que la consultan cada vez que deben tomar una decisión importante.
En Japón, lo tradicional es encontrar quirománticas (en su mayoría son mujeres), en las esquinas de las zonas más concurridas de las grandes ciudades y solo luego de caer la tarde. Impecablemente vestidas, muchas veces con kimonos, sentadas en pequeñas mesas que cubren con manteles de color oscuro e iluminan con pequeñas lámparas de luz tenue, estas adivinas cobran 1,000 yenes por una lectura rápida y concisa o 5,000 yenes e incluso más, por un análisis más profundo.
Lejos de lo que se pueda pensar, una quiromántica japonesa es por lo general una persona bastante instruida y no un personaje popular o folclórico como los que en Latinoamérica fungen de brujos, santeros, chamanes o adivinos. Una sola sesión con alguna de estas damas, basta y sobra para deducir que además de bien habladas dominan bastante bien el inmenso mundo del kanji y su simbología, grafología, astrología y numerología entre otras disciplinas esotéricas.
En el Japón antiguo conocer el futuro era un privilegio que la gente del pueblo no tenía, y que estaba reservado a la alta sociedad y los emperadores por lo complicado y costoso que era todo el proceso. Sin embargo, el ingreso al país proveniente desde China de la lectura de las líneas de la mano hizo posible que todos, ricos y pobres, tuvieran acceso a espiar su destino.
En la quiromancia nipona (parecida pero distinta a la que se practica en Occidente), destacan las líneas de la emoción (kanjousen); la inteligencia (zunousen); la vida, (seimeisen), y otro grupo de líneas menores además de la forma de los dedos y prominencias de la palma.
Hace unos años, el tema de la lectura de manos se convirtió en noticia cuando los medios descubrieron una tendencia que comenzaba a extenderse por todo el país: muchos japoneses comenzaron a modificar las líneas de sus manos por medio de la cirugía, con la intención de mejorar su suerte. Una práctica que continúa hasta la actualidad, aunque en menor escala.
Se trata de una simple operación de cirugía plástica con la cual los japoneses intentan modificar su suerte principalmente en dos rubros: amor y dinero.
La tendencia la inició el cirujano plástico Takaaki Matsuoka, quien en el 2011 aceptó operar a un paciente que llegó a su consultorio con el singular pedido.
Inicialmente, Matsuoka dudó de poder cumplir tan extravagante solicitud pero luego de ponerse a investigar un poco, descubrió que en la vecina Corea se practican cirugías similares, las cuales estudió para iniciar esta nueva y surrealista faceta de su profesión.
“Si se intenta crear la línea con láser, la marca resultante no queda clara. Por eso es necesario usar un bisturí eléctrico y practicar una incisión manual, ya que las líneas de la mano no son completamente rectas”, explica el médico.
La operación demora de 10 a 15 minutos, tiene un costo inicial de 100,000 yenes y el paciente debe permanecer con las manos vendadas por lo menos un mes, hasta la cicatrización de las heridas.
Para realizar la operación, Matsuoka debió iniciarse en el conocimiento de las artes adivinatorias, ya que debió aprender qué tipo de líneas debía crear y el significado de cada una de ellas.
A pesar de todo lo que aprendió sobre quiromancia, el doctor Matsuoka es un poco escéptico y considera que operarse las líneas de la mano no cambia el destino ni la suerte del paciente, sino su actitud frente a la vida. Lo que en medicina se llama el efecto placebo, es decir, darle al paciente una sustancia neutra diciéndole que es una medicina específica con la finalidad de lograr un cambio psicológico en el enfermo.
“Si las personas creen que van a tener suerte, a veces la tienen. Por otro lado, no es que las líneas de las manos estén escritas en piedra y sean inmodificables. Son básicamente arrugas que cambian con el tiempo dependiendo por ejemplo, del trabajo que desarrolle el individuo”, explica Matsuoka.
Luego de Matsuoka, muchos otros consultorios de cirugía estética comenzaron a ejecutar este tipo de operaciones, aunque sin publicitarlas abiertamente por ser un tema delicado. Los pacientes llegaban básicamente por recomendación de alguien que ya había realizado el proceso.