BUENOS CONSEJOS CASI NUNCA PEDIDOS

POR: CHIEKO / ED.227 MARZO-ABRIL 2024

Hay toda una batería de consejos que normalmente uno no pide pero no puedes evitar oírlos en distintas etapas de la vida. Los jóvenes y las mujeres son las categorías más castigadas.

Recuerdo llamadas telefónicas o encuentros con distintas personas que, de muy buena fe, se sentían en el deber de examinar mi vida con rayos X y condimentarla con buenos consejos. ¿Qué esperas un hijo?, pues tendrás que someterte a ciertos exámenes, ya no podrás cuidarte la línea, tendrás que renunciar a esta o aquella actividad… ¿Qué no esperas un hijo?, entonces las compañeras y amigas desencadenan el mantra del daño que implica no tener hijos y los beneficios de tener varios. Si cambias de trabajo, ciudad, país, costumbres o vida, inevitablemente una ráfaga de benévolos consejos te pondrá en guardia contra las peores calamidades. Los otros –cuánto más cercanos, más– se sienten en el deber de trazar la ruta de nuestra existencia. Los adolescentes y los jóvenes –pobres– literalmente viven haciendo eslalon entre padres, abuelos, educadores y catequistas, que enarbolan la porra del «yo hice esto», «en mis tiempos hacíamos esto».

Hay un tipo humano que se siente investido de la misión de ofrecer consejos prácticos o indicaciones existenciales con tan generosa profusión que te dejan estupefacto. Y no estoy pensando solo en la mala fama de las suegras, conocidas porque atormentan a sus nueras y a sus hijos con sus meticulosas instrucciones para vivir, sino también en la larga cola de bien intencionados que quieren mejorar tu existencia con su experiencia.

A lo largo de los años he ido comprendiendo una cosa: mi experiencia, por muy rica, importante y profunda que sea, no puede por sí misma ser de ayuda a otros que estén pasando mis mismas etapas de la vida. Mejor dicho, es sin duda un bagaje fundamental que ha de servirme para entender cómo están hechos los demás y sobre todo recordarme que son distintos de mí. El hecho de que yo haya tenido cuatro hijos, unos embarazos difíciles, otros serenos, en suma unos partos soportables no me habilita para explicarle el secreto de esas experiencias a mujeres mucho más jóvenes que hoy están afrontando sus primeras pruebas de maternidad. El hecho de haberme desarrollado en mi profesión no significa que otras mujeres en mi misma situación vayan a obtener los mismos resultados si siguen mis instrucciones.

Y aquí llega la pregunta: si mi experiencia acumulada sirve de poco a los demás, si las recetas para una buena vida tienen ingredientes que solo se encuentran dentro de uno mismo, ¿podemos ayudarnos unos a otros de alguna manera? Sí, hay una forma muy fácil (¡vaya, aquí voy a dar un consejo no pedido!): sobre todo, dejarse guiar por la voz interior y tener como modelo a María, que habla poco, escucha mucho y guarda en el corazón, hacer espacio, dejar que las personas con las que nos encontramos hallen la solución a sus problemas por sí solas porque se han sentido acogidas por nuestra escucha profunda, sin que nos saquemos de la manga soluciones prefabricadas. Para la vida ajena no hay ninguna posología aconsejable.

VERSION PDF