POR: CHIEKO
Ed.219 JUL.-AGO.-SEP. 2022
El verano me trae muchos bellos recuerdos: vacaciones, viajes, paseos, campamentos en la playa, ricas comidas, narraciones, cuentos, historias fantásticas…
Me acuerdo que de pequeña, me escondía debajo de la mesa del comedor de casa y ahí leía aquellos libros grandes que mi padre guardaba en el librero. Me gustaban aquellas páginas amplias con gráficos enormes, que casi no podía pasar con mis manos, y que mi padre nos leía cada noche antes de dormir: “Las mil y una noches”, “Momotar?”, “Urashima Taro”, “Kachi Kachi- yama”, “Kaguya Hime”, “Tanabata”, etc.
La magia de un buen libro nos alimenta por dentro; pero ¿qué es «un buen libro»?, quizás es más exacto decir: «una historia que nos gusta y atrapa», como la historia de Altair y Vega, las deidades Hikoboshi y Orihime respectivamente, dos amantes separados por la Vía Láctea, que pueden reunirse sólo una vez al año: la séptima noche del séptimo mes lunar del calendario -sino llueve-, dándole sentido y contenido al Festival de Tanabata.
Este libro lo he leído varias veces en diferentes versiones, y junto al “El Principito”, me llevaron a mirar y observar el cielo por las noches, a conocer las estrellas y las constelaciones cuando tenía necesidad de una especial dosis de belleza y fantasía. «Cuando mires al cielo, por la noche, como yo habitaré en una de las estrellas, cómo me reiré en una de ellas, será para ti como si rieran todas las estrellas. ¡Tú y solo tú tendrás estrellas que saben reír!» nos dice Antoine de Saint-Exupéry en El Principito
Fui creciendo, al leer una y otra vez “Tanabata” sentía que mi imaginación me transportaba hacia las estrellas, al universo inexplorado y a tiempos muy distantes. A veces me sigo viendo ahí, tendida en el suelo a los pies de la ventana, admirando el cielo con mi pequeño telescopio, mientras mi madre me llamaba: «¿Dónde se habrá metido esta niña?». Yo no respondía, estaba en mi mundo fantástico, místico, y no quería salir de él.
¿Sabían que el contenido de una obra bella sea un libro, una canción o un cielo estrellado, tiene propiedades curativas? «Leemos para saber que no estamos solos», escribe C. S. Lewis, él está convencido de que un buen libro es un óptimo compañero en nuestra vida.
EL AMOR ENTRE VEGA Y ALTAIR
El 7 de julio se celebra el Festival de Tanabata, hay una costumbre asociada a esta festividad por la que se escriben deseos en tiras rectangulares de papel de colores que luego se atan a ramas de bambú.
Se festejan en todo Japón, el Tanabata matsuri de Sendai, prefectura de Miyagi es el más conocido, y se efectúa el 6 de agosto (un mes después) y dura tres días.
En Tochigi, ciudad de Ashikaga- existe un santuario dedicado a la princesa Orihime, “Orihime Jinja” consagrado a Ameno Mihoko-no mikoto y Amenoya Chichihime-no mikoto, deidades que obsequiaron textiles a Amaterasu- omikami (diosa del sol y principal deidad sintoísta).
En el verano del hemisferio norte las estrellas lucen un brillo espectacular, en particular Vega y Altair pueden ser contempladas más bellas que nunca. Les explico brevemente, lo que sucede es que durante el mes de julio, sobre todo al principio de julio, ambas estrellas están muy altas en el cielo alrededor de la medianoche (vistas desde Japón). De hecho, es la época del año en la cuál llegan a su altura máxima en el cielo, y por tanto se observan durante más tiempo cada noche. Es un período aproximado, porque en realidad las noches en las cuáles Vega llega a la máxima altura son las primeras de julio, mientras que para Altair eso sucede alrededor del 20 de julio. Aproximadamente, el 7 de julio a medianoche, desde Japón, Vega se ve muy alta en el cielo, casi justo encima de las cabezas de la gente (o sea cerca del Zenit) y Altair está ahí cerquita, hacia el sur, unos 15 grados hacia el sudeste.
SEPTIMA NOCHE
Tanabata nos demuestra que la astronomía y el amor pueden ir de la mano. Tanabata significa textualmente “Séptima Noche” (NANA Y? ??) y en Japón se le conoce como el Festival de las Estrellas. Festival japonés inspirado en el Festival Qixi chino que celebra la reunión de las estrellas Vega y Altair en el firmamento.
Muchas noches despejadas veo el cielo y trato de identificar las constelaciones, buscar a Vega y Altair, el cinturón de Orión, la estrella Polar en Japón; la Cruz del Sur en Perú…
He leído libros de astronomía y visitado planetarios con mis hijos, lo que es algo precioso, tiene para mí un valor añadido, pues además de poder saborear una lectura nueva, también me permite conocer mejor este cielo nocturno que me ha abierto muchos mundos y transmitido muchas vivencias.
Descubrir que esta leyenda surge gracias a que durante el verano boreal se hace un “asterismo», es decir figuras simples que forman algunas o muchas estrellas brillantes, que las hace más fáciles de identificar. Las tres estrellas Altair, Vega y Deneb forman “el triángulo de verano” que se puede contemplar con mayor facilidad desde el hemisferio norte (Japón) que en el Sur (Perú, visión inversa).
Estas tres estrellas no coinciden en constelaciones, Vega pertenece a la constelación Alpha Lyrae (constelación Lira), Deneb a Alpha Cygni (constelación Cisne) y Altair a Alpha Aquilae (constelación Águila), debido a que son estrellas con un brillo singular son usadas para localizar estrellas y constelaciones.
Este verano los invito a admirar las estrellas, a atar sus deseos escritos en las tiras de papel en los bambúes, y a seguir avivando su fé y esperanza en la humanidad.
LEYENDA Altair y Vega
Orihime (princesa tejedora), hija del Tenkou (rey del cielo o del universo), tejía prendas de belleza extraordinaria a las orillas del Amanogawa (Vía Láctea), lo cual era de gran orgullo para su padre. Un día al bajar al río conoció a Hikoboshi (pastor de bueyes), e inevitablemente se enamoraron. A pesar de intentar mantenerlo en secreto, este romance llegó a oídos del rey del cielo, quien preocupado por la felicidad de su hija decidió organizar el matrimonio.
Luego de casarse los amantes olvidaron sus labores y se dedicaron a su relación. Ya que Orihime no tejía para Tenkou y Hikoboshi descuidó a los animales, el rey del cielo se enojó, y decidió convertirlos en estrellas y separarlos a través de la Vía Láctea Amanogawa y les prohibió encontrarse. Orihime desconsolada pidió a su padre poder ver a su esposo de nuevo.
Tenkou, el Rey del Cielo se conmovió con las lágrimas de su hija y permitió que los dos se encontraran el séptimo día del séptimo mes si trabajaba duro y terminaba de tejer. La primera vez que intentaron encontrarse, descubrieron que no podían cruzar el río porque no había puente. Orihime lloró tanto que apareció una bandada de urracas y prometieron hacer un puente con sus alas para poder ayudar a Hikoboshi a cruzar el río y reunirse con su amor. Así sucede cada año, una sola noche en la que Orihime y Hikoboshi son libres para amarse antes de volver a sus obligaciones. Aunque se dice que si llueve en Tanabata, las urracas no pueden extender sus alas como puente y los dos amantes deben esperar otro año para encontrarse.
Algunas versiones de esta historia se incluyeron en Man’ysh, la colección más antigua existente de poesía japonesa, pero esta es la versión más popular del cuento.
En cualquier caso, esperamos que este año 2022, Orihime y Hikoboshi puedan reunirse de nuevo. Aunque sea una sola noche.