EDUCAR Y CRIAR EN JAPÓN PARA LA VIDA

CRIAR Y EDUCAR EN JAPÓN, CRIARSE Y EDUCARSE EN JAPÓN

POR: MACELA LAMADRID / Ed.226 DIC.2023 – ENE.FEB.2024

Los 34 años fuera de México, 32 de ellos en Japón, han influido mucho en mí. Ya no tengo el acento norteño tan marcado como antes lo tenía, ni extraño la comida de mi región, Sonora, ni incesantemente extraño, como en un principio solía hacerlo, a la gente querida que ya no puedo ver. Aunque he ido cambiando y me he ido moldeando, al igual que cientos y cientos de inmigrantes alrededor del mundo, mis raíces y mi origen forman parte de la historia de mi vida.

Adaptarse al gran Japón es un enorme reto. Se dice que ser permeable, identificar nuestra cultura, estudiar y hablar la lengua del país que nos acoge, respetar las diferencias, tener una actitud abierta a nuevos aprendizajes y a la aceptación de las diferencias, desarrollar empatía por los sentimientos de los otros, son algunas de las características que ayudan a adaptarse a otro país. Estos son todos factores que influyen para seguirnos educando, seguir haciendo camino en el lugar a donde el destino nos ha traído.

Desde que salí de mi terruño siempre he estado interesada en la educación. En Tokio he estado dedicada totalmente a la educación lingüística: el español e inglés los imparto a diario. El español en la universidad Waseda, la universidad Rikkyo y en mi centro educativo, Marce International. El inglés también lo enseño y coordino a diario y las clases de japonés las organizo en la escuela que fundé hace ya casi 15 años. La fundé después de haber estado trabajando como voluntaria enseñando español para la comunidad hispanohablante desde 1992, un año después de llegar a Japón y antes de convertirme en madre. El inglés lo empecé a enseñar antes de salir de México. Soy eterna estudiante de japonés, empecé a aprenderlo en Guadalajara donde estudié mi carrera, lo continué en Edimburgo, Escocia donde también estudié inglés. El japonés, elemento inevitable y esencial para mí, lo sigo aprendiendo. A pesar de haber vivido por tanto tiempo la necesidad de ir más allá siempre está latente en mi interior, por mis estudiantes, mi trabajo, mi comunidad y mi familia.

Aprender una lengua es algo serio que requiere mucho tiempo y dedicación si se quiere alcanzar un nivel adecuado para vivir en un país y trabajar sin mayores dificultades usando la lengua. Quienes llegan a alcanzar un nivel de perfección en solo meses o unos cuantos años, son aquellas personas que normalmente tienen un talento netamente especial para hacerlo; estos suertudos son, en realidad, la minoría. La gran mayoría necesitamos muchas horas de estudio, perseverancia, constancia y enormes cantidades de esfuerzo.

Lo ideal para nosotros que vivimos en Japón es pensar en volvernos trilingües. El japonés lo necesitamos para nuestro bienestar y para trabajar, funciones primordiales para la vida en un país extranjero. El inglés sigue siendo una herramienta útil para viajar, conocer y expandir nuestra visión del mundo, y el español, pues, porque es la preciosa lengua con la que nos comunicamos con nuestros orígenes, y que, además nos abre puertas laborales si nos formamos adecuadamente para impartirla.
Con los hijos nacidos o no en Japón resulta exactamente lo mismo. No importa cuál sea la lengua dominante, las otras dos las necesitarán para trabajar, viajar, divertirse o ampliar el panorama que ofrece el mundo. Los idiomas deben cultivarse desde edades tempranas, para que al llegar a la vida adulta, se alcance un nivel de excelencia que corresponda al nivel de hablantes nativos.

Estudiar lenguas implica mucho. Por ejemplo, para los niños, requiere desde unos padres asertivos que sepan elegir las lenguas que aprenden sus hijos desde muy pequeños, hasta la formación de hábitos y costumbres familiares donde haya espacio físico y mental para el estudio de las lenguas.

Lo idóneo es solo dedicar el día o los días que se estudian a la o las lenguas y no combinarlas con otras actividades para obtener un mejor aprovechamiento del estudio. Debemos tratar de que quienes aprenden lenguas, ya sean niños, jóvenes o adultos, se dediquen y concentren su tiempo, atención y energía en la lengua solamente. En otras palabras, estudiar en el momento presente.

Sin embargo, la realidad de hoy en día es que muchos padres viven y hacen vivir a los hijos a una velocidad que, sin darse cuenta, pueden dañar su estado físico y mental en un futuro. Un patrón que se da mucho en los padres de hoy es que combinan el aprendizaje del idioma con actividades deportivas, por ejemplo, el fútbol o el béisbol. Los deportes enseñan grandes lecciones: disciplina, empatía, esfuerzo, colaboración en grupo, respeto, vida sana, aprendizaje de la derrota, etc. Van más allá de luchar por un sueño de convertirse en un gran deportista: lo que enseña el deporte se queda para siempre.

No obstante, yo como profesora de lenguas, como directora de un centro de aprendizaje, jamás pediría cambiar un deporte por una lengua, porque es demasiado lo bueno que deja un deporte a quienes lo practican. A la vez, sé de carne propia lo grandioso que el aprendizaje de lenguas nos deja y también, lo que nos exige. Aprender lenguas mejora las habilidades intelectuales, la flexibilidad cognitiva, abre fronteras y hace a la gente más culta, fortalece la identidad de los que estudian lenguas de herencia ya sea porque son descendientes o porque han vivido en un país donde se habla la lengua estudiada, y aparte de lo dicho, tiene muchos otros beneficios. Por todo esto abogo por aprender lenguas en días que no coincidan con los deportes. Por muchos años he visto en clase lo ansioso que están los aprendices por el partido que van a tener, o lo cansado físicamente que llegan a clase después de practicar deportes.

Los padres de familia necesitan siempre ponerse en los zapatos de los hijos en el momento presente, y con una majestuosa visión al futuro. Todos necesitamos desarrollar valores para vivir con empatía por los otros y con resiliencia por tantos retos que afrontamos.

Mucho ánimo en el aprendizaje de lenguas, mucho ánimo en nuestro trilingüismo y el de nuestros hijos.

Marcela Lamadrid
Maestra y consultora en temas de educación en Japón

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