TEXTO Y FOTOS: MARIO CASTRO GANOZA / Ed.231 DIC. 2024-ENE.,FEB.2025
La tendencia que varias ramas del budismo japonés han implementado para el descanso eterno de los difuntos
Utilizando la misma avanzada tecnología que se usa en los modernos estacionamientos de autos, una rama del budismo administra en Tokio lo que parece haberse convertido en una moda impulsada por la falta de espacio: un cementerio vertical con capacidad para siete mil urnas en pleno corazón del distrito de Shinjuku. El edificio, cuya apariencia, infraestructura, facilidades y servicios se asemejan más a los de un hotel de lujo que a los de un cementerio, abrió sus puertas a mediados del 2014.
Perteneciente a la rama Jodo Shinzu del budismo, el cementerio Byaku Renge-do o “Salón blanco del loto” tiene siete pisos, ha sido construido enteramente en concreto blanco sobre un área de casi mil metros cuadrados.
La singularidad de este cementerio no solo radica en su revolucionario concepto vertical y su lujosa apariencia, sino principalmente en el grado de automatización que tiene, el mismo que ha sido posible gracias a la empresa Toyota Jidosha (Toyota L&F), que implementó en el cementerio la tecnología que utiliza para estacionar autos en las torres y edificios que posee a lo largo y ancho de todo Japón, un mercado, el de los estacionamientos, del cual controla el 70% a nivel de todo el país.
Los inicios
Si bien la rama del Jodo Shinzu tiene su base en la ciudad de Kyoto, esta historia comenzó en la ciudad de Inagi (prefectura de Chiba), en un templo que, como muchos, tiene un cementerio en la parte trasera de la edificación principal. “Pronto ya no pudimos seguir aceptando las urnas con las cenizas de las personas porque en el cementerio nos quedamos sin espacio dónde enterrarlas. La solución que encontramos fue comprar más terrenos aledaños al cementerio, que pocos años después también estaban llenos. Fue en ese momento que comenzamos a pensar en otras opciones”, indica nuestra fuente, uno de los cuatro monjes que manejan el Byaku Renge-do.
La opción por la que se inclinaron los jerarcas de la organización religiosa para ganar espacio, fue aplicar un concepto revolucionario que hasta ese momento no había sido explorado: construir un cementerio vertical. El edificio fue construido en la ciudad de Machiya ubicada en la periferia de Tokio, no tenía el lujo ni la automatización del que administran actualmente, y su capacidad para 3,500 urnas se vio sobrepasada tan solo tres años después de terminada su construcción.
Si bien la Jodo Shinzu fue la primera en construir un cementerio vertical, pronto otras ramas del budismo en todo Japón comenzaron a imitarla ya que se enfrentaban el mismo problema: la falta de espacio para sus muertos. Este auge en la construcción de cementerios verticales fue lo que quizás despertó el sentido comercial de Toyota Jidosha, que pronto entró en contacto con la Jodo Shinzu para hacerle una propuesta realmente innovadora. “Nos ofrecieron adaptar al cementerio el sistema que utilizan para ordenar y mover los autos dentro de los estacionamientos, y nos pareció una buena idea”, explica nuestra fuente.
Contar con una tecnología de punta adaptada a sus necesidades, les permitió a los monjes tomar dos decisiones importantes que, en otra situación, hubieran sido demasiado riesgosas o incluso imposibles de ejecutar: construir un cementerio con mayor capacidad que paradójicamente necesita menos personal para su mantenimiento “por que todo lo hacen las máquinas”; y hacerlo en el distrito de Shinjuku, uno de los corazones de Tokio.
Algo más que falta de espacio
Hasta ahora hemos calificado el cementerio vertical como un concepto revolucionario. Sin embargo, la novedad no radica únicamente en construir un edificio donde las urnas se ordenan y mueven de forma automatizada como hacen los autos dentro de un estacionamiento. Lo revolucionario del concepto radica realmente en los servicios que brinda el Byaku Renge-do gracias al grado de automatización con el que ha sido construido.
Servicios que buscan ser una respuesta a los problemas que aquejan Japón desde hace décadas: la baja tasa de natalidad del país, el crecimiento permanente de la población urbana, el desarraigo de las nuevas generaciones a la tierra de sus padres e incluso, la longevidad de sus habitantes.
“Nuestros servicios tratan de responder a la necesidad de practicidad que actualmente busca el hombre de la sociedad urbana moderna. El mejor ejemplo que puedo dar en este sentido, es que una visita a un cementerio tradicional puede tomar varias horas, es algo que se debe planificar y que por lo general se realiza durante un fin de semana o en un día feriado. Por el contrario, una visita a nuestro cementerio puede demorar incluso cinco minutos y el familiar la puede realizar cuando regresa del trabajo o de hacer las compras”, explica nuestra fuente.
El ahorro de tiempo descrito por el monje se explica de una forma bastante sencilla: en un cementerio tradicional los familiares del difunto deben dedicarse a limpiar la tumba, arreglar las flores, encender el incienso y otras labores parecidas antes de rezar y colocar las ofrendas para el difunto, labores que en el Byaku Renge-do se realizan de forma automática.
Servicios
“Se me escapo de decir que una de las razones principales por las cuales nació este tipo de cementerio, es porque es muy común que en las ciudades, los hijos no puedan encargarse de sus padres, incluso cuando están vivos; o que muchas personas vivan solas, sin ningún familiar que se encargue de sus asuntos cuando ya no estén en este mundo. En otras palabras, nuestra función no es solo la de alojar las cenizas del muerto, sino principalmente cuidarlas y rezar por ellas cuando los familiares no puedan, o cuando no haya familiares”, explica nuestra fuente.
Esta realidad ha determinado que en el Byaku Renge-do existan dos tipos de contrato: aquel en el cual son los familiares los que se encargan de honrar, recordar y visitar al difunto; y aquel en el cual todas estas labores corren por cuenta del cementerio. “Y cada vez es más normal que los contratos sean mixtos, es decir que primero se encarguen los familiares y luego de 10 ó 20 años nos deleguen esa responsabilidad”, explica el monje.
En el Japón de hoy en día, una tumba en un cementerio normal puede llegar a costar un promedio de 10 millones de yenes, incluyendo la parcela de terreno que ocupa la tumba, y aunque no fue específico a la hora de hablar de costos, nuestra fuente si indicó que un lugar en los estantes automatizados del Byaku Renge-do puede costar un tercio o menos de lo que cuesta un cementerio normal, ya sea por una tumba individual o una familiar, que sería el equivalente a un mausoleo.
Luego, cuando el contrato se acabe y ya no existan familiares que lo renueven, las cenizas del difunto serán sacadas de los estantes y llevadas a Kyoto, al templo principal de la secta, el Shiba Fudo, dónde serán esparcidas en el prado para que el difunto “regrese a la tierra”.
El Byaku Renge-do no solo recibe a difuntos que hayan seguido los pasos de Buda en este mundo, sino a personas de cualquier religión y nacionalidad. “Los difuntos extranjeros que hemos recibido son principalmente asiáticos y estadounidenses, hasta ahora ningún latinoamericano”, indica nuestra fuente.
La visita
Diseñado por el famoso arquitecto Kiyoshi Takeyama, terminado de construir en agosto del 2014 y operado por 4 monjes y un personal compuesto por 10 personas, la futurista visita de cualquier deudo al Byaku Renge-do se iniciará cuando en la entrada, tenga que utilizar una tarjeta de identificación personalizada para poder ingresar al edificio. Luego, deberá usar esa misma tarjeta para, ante una pantalla táctil, solicitarle al sistema la urna de su difunto y escoger una de las seis salas que existen en el edificio para realizar la visita.
La tarjeta en mención tiene registrados los datos del difunto, y mientras el deudo se moviliza desde el lobby a la sala de oración que seleccionó, en cuestión de minutos un brazo robótico buscará en la bóveda del local la urna del difunto, que colocará luego en un pequeño altar.
Una vez en el recinto de oración, el deudo deberá volver a utilizar su tarjeta para que los paneles de cristal esmerilado del altar se abran, aparezca la urna, una pequeña lápida con el nombre del difunto, un cuadro con su foto y dos jarrones con flores naturales. Mientras todo esto sucede, el ambiente se llenará con un discreto olor a incienso y una melodía relajante. Para mandar a reposar nuevamente al difunto, será suficiente con volver a utilizar la tarjeta magnética.