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¿CÓMO MANEJAR LA ANSIEDAD DURANTE LA PANDEMIA?

Las técnicas de relajación nos permiten gestionar los síntomas de la ansiedad de manera constructiva.
Las técnicas de relajación nos permiten gestionar los síntomas de la ansiedad de manera constructiva.

El impacto del Coronavirus es algo que todos estamos experimentando en las diferentes esferas de nuestra vida. El último año, la carga psicológica habitual se ha hecho más pesada.
En Japón, a pesar de que las restricciones han sido menores en cuanto a confinamiento, hemos tenido que reacomodar nuestros hábitos, rutinas, formas de trabajo y de relacionarnos.
Al igual que en todo los países del mundo, enfrentamos el miedo al contagio, el confinamiento, la sensación de soledad, el desempleo, la incertidumbre por el futuro.
También sobrellevamos procesos de duelo más frecuentemente, vivimos la angustia por seres queridos que resultan afectados y este sentimiento se multiplica cuando la vivimos a la distancia e imposibilitados de viajar.

En este escenario, los estudios indican que los problemas de salud mental se han incrementado y dentro de ellos los síntomas de ansiedad y depresión. En Japón principalmente entre adolescentes, jóvenes y mujeres.
Estas reacciones se presentan como respuestas a lo que consideramos riesgos o amenazas, siendo la forma natural y sabia de nuestro organismo de alertarnos para lidiar con ellos. No obstante, al mantenerse por mucho tiempo, hacen mella en nuestra salud física y emocional.

En el último año, los profesionales de la salud mental venimos haciendo mayor hincapié en la relevancia de practicar conductas que nos ayuden a desarrollar resiliencia y cuidar nuestra salud emocional.

La pandemia es una realidad y no desaparecerá. No depende de cuán preocupados o ansiosos estemos. Por ello, para responder a tan excepcional situación con estabilidad y fortaleza, podemos tomar un papel activo, trabajando en aquellas cosas o acciones que sí están en nuestras manos controlar.

Los invito a que hagamos el siguiente ejercicio:

VALIDEMOS NUESTRAS EMOCIONES: todos los días nos enfrentamos a una amplia gama de vivencias, y lo primero que debemos hacer es ser conscientes de lo vulnerables que somos o podemos ser, así como reconocer el derecho que tenemos de sentir lo que sentimos.
Validar la ansiedad, el miedo, la tristeza, la desesperanza, la cólera y todo aquello que nos embarga; dejarlas fluir y -muy importante- buscar formas adecuadas de expresarlas para darles una ruta de escape y no convertirnos en un contenedor de emociones atrapadas que puede explotar inesperadamente.

IDENTIFIQUEMOS CÓMO PENSAMOS: nuestros pensamientos juegan un papel clave porque son ellos, y no los eventos en sí, los que tienen el enorme poder de definir las emociones que sentimos.
Producimos pensamientos automáticamente ante todos los acontecimientos de nuestra vida diaria; pero algunos pueden resultar más dañinos que útiles.
Algunas palabras clave para identificar estos pensamientos son el “hubiera…” y el “y si pasa…”.
Frente a esta situación, coger papel y lápiz, analizar y escribir “¿cuáles son los pensamientos que automáticamente vienen a mi cabeza? ¿Cómo me siento al pensar así? ¿Este pensamiento contribuye o me hace daño? Puede facilitarnos ver los hechos en perspectiva y apreciarlos con objetividad.
Entonces podemos diferenciar, si estamos reaccionando razonablemente, sobre reaccionando o subestimando un hecho determinado. De este modo somos conscientes de lo que nos sucede y crearemos pensamientos más constructivos.

PRACTIQUEMOS TÉCNICAS DE CONTROL EMOCIONAL: activan nuestro sistema de relajación y serenidad, devuelven el equilibrio a nuestro organismo, e impactan directa y positivamente en nuestro sistema inmune, por ende en nuestra salud física.
Las técnicas de relajación, la meditación, el yoga, el tai chi, entre otros, elevan nuestro nivel de consciencia, nos permiten gestionar los síntomas de la ansiedad de manera constructiva y desarrollar recursos para afrontar las dificultades con más seguridad, optimismo e ilusión por el futuro.

MANTENGAMOS MENTE Y CUERPO OCUPADOS: participemos en actividades que nos gustan y agradan, aunque se trate de pequeños espacios, realizar actividades placenteras tiene grandes efectos en nuestra salud emocional.
Asimismo y como mencionamos en un artículo anterior, realizar ejercicio físico incide de manera favorable en los síntomas ansiosos y depresivos, mejora nuestra salud neurológica, por lo que no debe ser descartado de nuestra lista de actividades.

LIMITEMOS EL CONSUMO DE NOTICIAS: reduzcamos al mínimo indispensable. Lo recomendaba antes de la pandemia y con mayor énfasis en la actualidad. Exponernos a contenidos que principalmente nos muestran el lado negativo de la vida y la sociedad, es innecesario y poco saludable.

REFORCEMOS NUESTROS VÍNCULOS FAMILIARES Y SOCIALES: son una necesidad para nosotros como seres humanos. Tener vínculos saludables con otros actúa como factor protector ante los problemas de salud mental y son un pilar importante para recobrar la estabilidad. Hagamos comunidad partiendo desde nuestros hogares, practiquemos la gratitud al recibir y dar. Los estudios confirman que la calidad de las relaciones humanas es un elemento clave en la felicidad.

Y por último pero no menos importante, PIDAMOS AYUDA CUANDO LA NECESITEMOS: vale preguntarnos “¿cuánto malestar me ocasiona lo que siento? ¿No me deja realizar mis actividades diarias? ¿Me permite desenvolverme cómo quisiera? ¿Siento que necesito apoyo para resolverlo?
Si la respuesta fue SÍ más de una vez, abracemos a nuestro miedo y a nuestra vergüenza, pongámosle una pizca de decisión y junto a ellos demos el primer gran paso: buscar la orientación de un profesional en salud mental.

Cada vez tenemos más claro el papel central que tiene nuestra capacidad de afrontar las adversidades para salir airosos en el camino de la vida y lograr plenitud.
Sintámonos orgullosos de cómo venimos sobrellevando los retos del mundo de hoy. Si de algo tenemos certeza, es de que podemos seguir adelante, aprendiendo en cada paso, cada vez más preparados, con más recursos y sobretodo ¡más fortalecidos!

ROCÍO FERNÁNDEZ
Licenciada en Psicología
Psicoterapeuta cognitivo conductual
Especialista en el tratamiento de Trastornos de ansiedad
Especialista en Gestión del talento
Responsable del Consultorio Psicológico de Marce International

CRIAR HIJOS EMOCIONALMENTE INTELIGENTES

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Llegó abril y el florecimiento de las flores de cerezo o Sakura y con ellos el inicio de un nuevo año escolar, un momento propicio para volver a plantearnos cómo deseamos que se desarrollen nuestros hijos durante su etapa escolar.

Solemos centrarnos en su desarrollo académico, en que rindan y obtengan buenas notas, como predictores y garantías para lograr un buen trabajo y nivel de vida. La vida académica en Japón suele ser muy demandante y por ello no suelen faltar los soportes educativos necesarios para sobrellevarla.

Sin embargo, un factor que tiene un gran impacto en el éxito futuro de todos nosotros es la Inteligencia Emocional, que integra a la inteligencia interpersonal (aquella que se manifiesta al relacionarnos con los demás) y a la inteligencia intrapersonal (la que sirve para reconocer, procesar y modular nuestras emociones). Ambas definen en gran medida nuestra forma de hacer frente al mundo y sus desafíos, nuestra capacidad para resolver los problemas y nuestra fortaleza y estabilidad emocional frente al fracaso.

Es por ello, que en la actualidad reconocemos la importancia de educar en emociones y en nuestra labor como padres y principales referentes de nuestros hijos vale la pena llevar a la práctica algunas pautas para cultivar en ellos semillas valiosas de inteligencia emocional:

* Conocerlos y aceptarlos como son (y no como deseamos que sean).

* Escuchar lo que nos dicen, mirándolos a los ojos.

* Comprenderlos y ser empáticos (ponernos en su lugar).

* Ponerles límites y normas, con respeto mutuo y sobre todo con amor.

* Recibir sus emociones sin reprimirlas, para enseñarles a gestionarlas adecuadamente.

* Regalarles calma en momentos de tensión.

* Darles responsabilidades y tareas acordes a su edad (y la confianza para realizarlas).

* Reconocer sus esfuerzos y no sólo los resultados.

* Enseñarles que los errores son oportunidades de aprendizaje.

* Permitirles tomar decisiones acordes a su edad.

* Permitirles resolver por sí mismos sus problemas (aunque para nosotros no sea la mejor solución).

* Enfocarnos en lo que hacen bien para alimentar sus talentos.

* Que sepan que siempre estaremos para apoyarlos, sin condicionarles nuestro amor.

* Autocuidarnos y trabajar en nuestro propio desarrollo personal, en nuestras emociones, conductas y estilos de crianza.

* Informarnos y asesorarnos desde fuentes fiables y científicamente comprobadas.

Muchos de nosotros tenemos jornadas de trabajo largas y extenuantes y generar espacios de contacto emocional y comunicación en casa no siempre es fácil, pero pensemos que es posible encontrar formas y medios.

Siempre tengamos en cuenta que la inversión que hagamos en tiempo y esfuerzo se reflejará en la autoestima, fortaleza, autonomía y éxito que todos queremos ver en nuestros hijos, y para lograrlo nuestra presencia resulta valiosa e imprescindible.

ROCÍO FERNÁNDEZ
Licenciada en Psicología Psicoterapeuta cognitivo conductual
Especialista en el tratamiento de Trastornos de ansiedad
Especialista en Gestión del talento