Voté al mediodía en Tokio y en un ambiente de mucha comodidad y tranquilidad.
Alegró y hasta sorprendió ver a muchos compatriotas. Según un amigo que fue voluntario también en la primera vuelta, podría hasta haber triplicado el número de votantes de abril pasado, durante la primera vuelta.
Todo llevado dentro de lo esperado, con mucha tranquilidad y orden, con la gente colaborando en todo, desde los respectivos controles de temperatura y desinfección de manos de rigor en la puerta de ingreso.
Pero noté un ingrediente especial que no había percibido en otras convocatorias a sufragio: la gente iba con mucho entusiasmo y cualquier japonés que se les cruzaba podría haber pensado que por allí habría un estadio donde estaría jugando alguna selección peruana.
Sé que incurriré en un lugar común para este tipo de cosas, y arriesgándome para muchos a la huachafada. Sí, lo de hoy puede calificar como una fiesta peruana, de ésas que solemos hacer los 28 de julio. O «fiesta de la democracia», perdonen la debilidad, pero fue algo muy especial.
Fue bonito, repito, ver a decenas de compatriotas luciendo la camiseta blanquirroja, con vinchas de «Contigo Perú», otros llegaron con grandes banderas, uniformados de rojo y blanco. Reencuentros de amistades que no se veían (no nos veíamos) después de mucho tiempo, gente comentando fuera del local lo pésimo que jugó la selección, alguien por allí haciendo su agosto en junio vendiendo inka colas, etc.
Y es que hoy nos jugábamos un partido importante, sino los descuentos. Había que ser más peruanos que nunca, porque la patria está de cabeza, y nuestro granito de arena había que ponerlo también desde acá. Mínimo, yendo a votar.
Dentro de unas horas -o algunos días, tal vez- tendremos los resultados. Esperemos que el veredicto popular sea reconocido por el bando perdedor en clima de tranquilidad y, en el grupo vencedor, aceptado con alegría, sin soberbia y conscientes de su compromiso. Sin olvidar que una abrumadora mayoría de peruanos no los quiso en Palacio en primera instancia.
Volviendo a lo de hoy en Japón, felicitar por la organización a los responsables de hacer posible que podamos emitir nuestro voto con toda comodidad y en una coyuntura difícil planteada por lo de la pandemia.
También a aquellos compatriotas que dijeron presente en su labor como miembros de mesa, posibilitando que todo corra de la mejor manera.
Y quiero subrayar sobre todo un reconocimiento a aquellas personas que se enrolaron como voluntarios para apoyar al Consulado.
Son muchos y en cada lugar en el Japón en donde hubo que poner ánforas. Son ellos los que acuden siempre al llamado para ayudar a las autoridades peruanas y los que, como usted o yo, también deben tener algo que hacer este domingo, pero lo reservaron para poner el hombro en estas Elecciones.
Ellos nos demostraron que el civismo y hacer posible la práctica de la democracia, tienen que ver también con este tipo de labores, tanto o más que el legítimo derecho de emitir nuestras opiniones en ese «mundo chiquito» que son nuestras cuentas en redes sociales, esas ágoras modernas en las que tal vez hayamos protagonizado encarnizadas discusiones por defender nuestra posición y a los candidatos que queremos ver como presidentes en esta nueva elección.
Y hablando de redes sociales, también hubo cosas no muy «festivas».
Aguafiestas, tumbatonos, me dirán.
Vi que muchos compatriotas no pudieron resistirse a la tentación de hacerse un «selfie» votando (o selfi, según la Real Academia de la Lengua), tomándole una foto a su cédula de votación, ya marcada, definiendo su preferencia, para luego proceder a publicarla en sus redes sociales.
Vieron la oportunidad de pasar a la posteridad por ello, en ese justo momento, cuando aún no había terminado el horario de votación en Nihon (y ni comenzado en Perú y otros países, ojo). «Luchando por la democracia», habrían subtitulado en leyenda, quizás.
No pues, una elección no es hacerle fotos a la ensalada de tu almuerzo, ni documentar el paseo que te diste a Disneylandia para recaudar «likes».
Eso, según la ONPE, es un delito penado por ley que podría reprimirse con una pena privativa de la libertad de hasta un año o servicios comunitarios. Mostrar el sentido de tu voto en medio del proceso, puede interpretarse como inducir o tratar de influir en los demás. Digo, nomás.
Y, dicho lo dicho, solo esperar desesperando.
Nota original publicada por Eduardo Azato en su Facebook personal, adaptada para la Revista Digital Kyodai Magazine.