A pesar de que los números no son los esperados por las autoridades, las cifras disminuyen de forma consistente por octavo día consecutivo en todo el país.
Mientras que Japón se prepara para iniciar el proceso de vacunación a mediados de esta semana, luego de haber aprobado la vacuna de Pfizer el domingo 14, las cifras descendentes de infecciones y muertes indican que por el momento, este país ha logrado controlar la tercera ola de contagios del nuevo coronavirus.
A continuación, un resumen de las noticias más saltantes de la pandemia en Japón al día de hoy lunes 15 de febrero.
FINALIZACIÓN ADELANTADA
En vista de la disminución consistente de contagios y muertes causados por el nuevo coronavirus, las autoridades indicaron que esta semana se dedicarán a revisar la posibilidad de levantar antes el estado de emergencia que afecta a numerosas prefecturas del país, y que originalmente debería concluir el próximo 7 de marzo.
La principal duda que tienen las autoridades para contemplar la finalización del estado de emergencia, es que si bien las cifras de contagios y muertes ha disminuido, esto no se ha visto directamente reflejado en la presión que sufren los hospitales, que todavía siguen bastante atareados con la pandemia. Según los expertos, esta realidad lo único que revela es que el proceso de recuperación de las personas que resultan infectadas y deben hospitalizarse, es más largo, en parte porque la mayoría de los afectados por la pandemia, principalmente en Tokio, son personas de la tercera edad.
El viernes 12 se registraron 1,300 casos de coronavirus en todo el país, lejos de los 7.882 casos registrados el 8 de enero, día en el que fue declarado el estado de emergencia. En cuanto a Tokio, la capital ha mostrado menos de 500 contagios diarios por espacio de siete días consecutivos. El viernes solo se registraron 307 contagios.
MÁS CAMAS, MENOS CAMAS
Tanto la imposición como el levantamiento del estado de emergencia en Japón, se encuentra íntimamente relacionada a la presión que soportan los hospitales para atender a los contagiados por el nuevo coronavirus.
Sin embargo, ¿cómo puede ser que los hospitales del archipiélago no puedan atender fluidamente a los infectados, tomando en cuenta que Japón es el país que cuenta con mayor capacidad de camas hospitalarias a nivel mundial? A esto, habría que sumarle el hecho de que los contagios y las muertes registradas en el archipiélago son notoriamente inferiores a los que se registran en países como Estados Unidos, Francia o Alemania.
La explicación a la corta capacidad de atención que parecen tener los hospitales japoneses la proporcionó un artículo de la CNN publicado el pasado 10 de febrero, en el cual se indica que si bien Japón tiene unas 13 camas hospitalarias por cada 1,000 habitantes, solo cuenta con 5 camas UCI (de cuidados intensivos) por cada 100 mil habitantes, y son estas últimas las camas que se necesitan para atender a los enfermos de COVID-19. Alemania y Estados Unidos, por ejemplo, cuentan con 34 y 26 camas UCI por cada 100 mil habitantes, respectivamente.
A esta cifra habría que sumarle que de los 8,300 hospitales que hay en todo el país, la mayoría son privados y de estos, el 70% no cuenta con equipo ni personal especializado para tratar enfermedades como el COVID-19. Finalmente, en todo el país solo hay 1,631 especialistas en enfermedades infecciosas, ya que por lo general Japón no sufre de este tipo de enfermedades.
Y EL RESTO DE LAS VACUNAS ¿PARA CUANDO?
Si bien Japón recibió el viernes 12 un cargamento de 400 mil vacunas contra el coronavirus de la firma Pfizer, cuya utilización aprobó el domingo 14, todavía no se sabe cuándo ni en qué cantidades llegaran los siguientes cargamentos de la vacuna, tanto de Pfizer como de las otras dos farmacéuticas con las que ha firmado contratos.
El endurecimiento de los controles de exportación de vacunas por parte de la Unión Europea, ha generado inquietud en Japón sobre los futuros envíos de la vacuna, preocupación que fue expresada públicamente por Taro Kono, ministro a cargo de la campaña de vacunación contra el COVID-19, la cual deberá iniciarse el miércoles 17 en Tokio y con la inoculación de 20 mil trabajadores de la salud.
La ejecución exitosa de la campaña de vacunación no solo es un tema sanitario sino también político, ya que según los analistas, el primer ministro Yoshihide Suga ha hecho de la vacunación contra el COVID-19 su principal arma para incrementar su disminuida popularidad y poder así, mantenerse en el cargo.
Cuando Suga asumió el poder el 16 de septiembre pasado, lo hizo con un 66,4% de aprobación, mientras que actualmente esta cifra ha descendido a 38,8% y sigue con tendencia a la baja.
ESCEPTICISMO A LAS VACUNAS
Según una encuesta realizada por la Agencia de Noticias Kyodo en todo el país los días 6 y 7 de febrero, solo el 63,1% de los japoneses manifestó su intención de vacunarse mientras que el 27,4% de entrevistados dijo que no se vacunaría. En este último grupo, la franja más reticente a recibir la vacuna fueron las mujeres de entre 40 a 50 años.
La principal razón de la negativa a vacunarse entre los japoneses es la preocupación por los efectos secundarios, con un 66%. Por este motivo, los responsables médicos de la lucha contra la pandemia han hecho énfasis en que las autoridades deben realizar campañas de información dirigidas a explicarle detalladamente a la población todos los aspectos de la vacuna.
A pesar de que las diversas vacunas contra el COVID-19 apenas han mostrado efectos secundarios en las millones de personas que están siendo inoculadas en todo el planeta, en Japón, la reticencia tiene su base en la historia médica reciente del país y no específicamente en la vacuna contra el nuevo coronavirus.
En 1993 las autoridades retiraron del mercado y cancelaron la vacunación de una vacuna combinada contra el sarampión, las paperas y la rubéola, ya que se temía que la misma pudiese causar meningitis aséptica; en el 2011 debieron suspenderse dos vacunaciones contra la meningitis y la neumonía luego de la muerte de cuatro niños que fueron vacunados; en el año 2013 el Ministerio de Salud suspendió la promoción de la vacuna contra el virus del papiloma humano que genera cáncer de cuello uterino, debido a efectos secundarios reportados por un grupo de niñas que fueron vacunadas.