Déjame contarte de uno de los libros más entretenidos y útiles con los que me he topado últimamente. Se trata de “The Gift Of Adversity”[1] o “El legado de la Adversidad” escrito por Norman Rosenthal, quien es un autor, psiquiatra y científico sudafricano, nacido en 1950 y conocido por haber sido quien describió por primera vez la depresión invernal o el trastorno afectivo estacional (SAD, por sus siglas en inglés) y fue pionero en el uso de la fototerapia para su tratamiento.
Pues bien, aparte de ser un científico muy reputado, Rosenthal es un muy ameno narrador de historias y este libro es un claro ejemplo de ello. Con una serie de historias muy divertidas o emotivas según el caso, tomadas de su vida personal, nos describe el camino que tuvo que seguir para algo que tu y yo necesitamos aprender con urgencia: cómo lidiar adecuadamente con la adversidad.
¿Cuáles son las causas más frecuentes de las adversidades?
Según él mismo nos describe, las adversidades con las que nos topamos a lo largo de nuestras vidas, pueden ser clasificadas en tres diferentes categorías:
1. Las adversidades que derivan de la simple mala suerte. (El ejemplo típico es estar en un lugar incorrecto en el momento inadecuado y por ejemplo, como le ocurrió a Frida Kahlo cuando su autobús chocó contra otro vehículo).
2. Las adversidades que nosotros mismos nos “ganamos” debido a malas decisiones, equivocaciones o fallos en nuestro juicio. (Por ejemplo algunos de nuestros gobernantes).
3. Las adversidades que voluntariamente buscamos a partir de tomar algunos “riesgos calculados” que finalmente nos llevan a situaciones desfavorables. (No pago mis impuestos a propósito y a ver si la autoridad tributaria me descubre; que casi siempre lo hace).
Pues bien, las adversidades pertenecientes a cada una de estas categorías tienen desafíos que les son propios y que casi invariablemente, tienen el potencial de producir su propia forma de sabiduría, dado que todas las crisis comparten algo: Son grandes oportunidades de aprendizaje. En la medida en que seamos capaces de conectar los aprendizajes logrados de estas crisis, seremos capaces de encontrar una forma sistemática de lidiar con ellas.
Si un detalle te atormenta demasiado, elimínalo
Una de las primeras historias que Rosenthal nos narra, tiene que ver con un temprano aprendizaje de que el perfeccionismo no lleva a nada bueno. Pese a que el episodio allí descrito tiene más de 60 años de antigüedad, resulta plenamente vigente hoy. Tanto así, que es una de las columnas que hoy sostienen las metodologías “Lean” y “Agile”.
Cuando Rosenthal estaba en el kindergarten, pusieron a todos los niños de la clase a hacer un trabajo: Colorear las diferentes partes del cuerpo de un payaso, que estaban delineadas en un trozo de cartulina blanca, luego recortarlas cuidadosamente y finalmente unirlas entre sí, usando unos “Broches de dos puntas” que eran muy usados hace tiempo para hacer trabajos manuales de escolares.
El objetivo del ejercicio era lograr una imagen del payaso al que pudiera mover los brazos, piernas y cabeza para simular diferentes posiciones. Para hacer el cuento corto, el pequeño Rosenthal carecía de la motricidad fina suficiente para recortar el contorno del pulgar sobresaliente en cada una de las manos de la figura, así que optó por una sana alternativa: “Amputar” ambos pulgares de la figura.
Siendo él muy consciente de la gravedad de lo que había hecho, se sorprendió al ver que la profesora no le prestara demasiada atención al hecho de que el payaso de Rosenthal tuviera faltantes en los dedos de la mano, por lo que concluyó que pese a lo preocupado que él estaba, hacer algo ajustado a sus posibilidades era una solución bastante aceptable. Y se lo quedó como un lema personal.
De allí en adelante, cada vez que encuentra un obstáculo menor que amenaza con el cumplimiento o avance de algún proyecto, se dice a sí mismo: “Los pulgares deben ser amputados”, cosa que le permite actuar con más soltura.
La actitud mental requerida para un “Producto Mínimamente Viable”
Si te fijas bien, cualquier “versión beta” de lo que echemos a andar o cualquier “producto mínimamente viable” que soltamos al mercado tiene las mismas características que el payaso amputado: Puede hacerse mejor, pero luego tendremos oportunidad de irlo mejorando.
Un enfoque contrario es permanecer con el proyecto o la tarea entre manos, dándole cientos de vueltas y reconsideraciones hasta que estemos convencidos de que está perfecto.
El problema aquí es que el tiempo y la energía que dedicamos a corregir esos pequeños errores realmente no aporta valor. Simplemente, nos deja sin la posibilidad de avanzar. Nunca estará perfecto, así que hay pocas cosas más inútiles que perder tiempo en “perfeccionarlo”. Rosenthal resume este principio de vida con una frase que a mi me parece muy útil por lo precisa:
“Si vale la pena hacer algo, vale la pena hacerlo no tan bien. Y si algo no vale la pena, no vale la pena hacerlo bien”.
Esto es exactamente lo contrario de lo que nos han enseñado a muchos cuando éramos pequeños, y ello es una de las principales causas por las que el perfeccionismo nos atormenta.
Tengo para ti una sencilla lista de cosas que deberías, hacer, y no hacer, si quieres aprender a lidiar mejor con tus adversidades y evitar el perfeccionismo:
¿QUÉ HACER?
1. Aprende a reconocer el punto de tus rendimientos decrecientes cuando tu objetivo es completar una tarea a la perfección. A veces, simplemente lograrlo es un objetivo digno.
2. Reflexiona sobre tu progreso. Identifica ejemplos de cuando moderaste con éxito tus tendencias perfeccionistas.
3. Calibra tus estándares. A menudo, lo que estás haciendo, escribiendo o diciendo, no tiene que ser la última palabra, sólo tiene que aportar algo útil. Evita la tentación de escribir la ecuación que explica todo el universo.
¿QUÉ NO HACER?
1. Darle vueltas a la resolución de problemas. Cuando tu mente esté girando y girando, busca distracciones para romper el ciclo.
2. Trabajar en la búsqueda de una meta ilusoria de perfección. Mejor crea una lista que te ayude a alcanzar determinados objetivos medibles, aun cuando estos no sean los que originalmente te imaginaste poder conseguir.
3. Creer que tu punto de vista es el único correcto. Pide a una persona cercana o amigo de confianza, que te ayude proporcionándote su perspectiva del tema que estás tratando de “perfeccionar”. Una mirada fresca de ver el tema te va a ayudar.
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Francisco Grillo Arciniega
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[1] ROSENTHAL, Norman. “The Gift of Adversity: The Unexpected Benefits of Life’s Difficulties, Setbacks, and Imperfections.” TarcherPerigee. Agosto 2013.